28. Porque verdad es, Señor, que tú hiciste el cielo y la tierra; verdad que el principio en que hiciste todas las cosas es tu sabiduría; verdad asimismo que este mundo visible tiene dos grandes partes, el cielo y la tierra, breve compendio de todas las naturalezas hechas y creadas; y verdad igualmente que todo lo mudable sugiere a nuestro pensamiento la idea de cierta informidad, susceptible de forma y de cambios y mutaciones de una en otra. Verdad que no padece acción de los tiempos lo que de tal modo está unido a la forma inconmutable, que, aun siendo mudable, no se muda; verdad que la informidad, que es casi—nada, no puede recibir las variaciones de los tiempos; verdad que aquello de que se hace una cosa puede, en cierto modo de hablar, llevar el nombre de la cosa que se forma de ella: por donde pudo ser llamado cielo y tierra cualquier informidad de donde fue hecho el cielo y la tierra; verdad que, de todas las cosas formadas, nada hay tan próximo a lo informe como la tierra y el abismo; verdad que no sólo lo creado y formado, sino también todo lo creable y formable, es obra tuya, de quien proceden todas las cosas; verdad, finalmente, que todo lo que es formado de lo informe es primeramente informe y luego formado.
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