17. Maravillosa profundidad la de tus Escrituras, cuya superficie ved que aparece ante nosotros acariciando a los pequeñitos; ¡pero maravillosa profundidad la suya, Dios mío, maravillosa profundidad! Horror me causa fijar la vista en ella, pero es un horror de respeto y un temor de amor. Les tengo odio vehementísimo a sus enemigos. ¡Oh si los mataras con la espada de dos filos y no fueran más sus enemigos! Porque de tal modo amo que sean muertos para sí, que sólo vivan para ti. Pero he aquí otros, no reprensores, sino alabadores del libro del Génesis, que dicen: «No es esto lo que quiso que se entendiera en estas palabras el Espíritu de Dios, que es quien escribió estas cosas por medio de Moisés su siervo; no quiso que se entendiera eso que tú dices, sino otra cosa: lo que decimos nosotros». A los cuales respondo de esta manera, tomándote a ti por árbitro, ¡oh Dios de todos nosotros!
|