1. Recibid, Señor, el sacrificio de mis Confesiones que os ofrece mi lengua, que Vos mismo habéis formado y movido para que confiese y bendiga vuestro santo nombre. Sanad todas las potencias y fuerzas de mi alma y cuerpo, para que digan y clamen: Señor, ¿quién hay semejante a Vos? Porque el que os refiere y confiesa lo que pasa en su interior, no os dice cosa alguna que no sepáis, pues por muy cerrado que esté el corazón humano, no impide que le penetren vuestros ojos; ni la dureza de los hombres puede resistir la fuerza de vuestra mano, antes bien cuando queréis, ya usando de misericordia, ya de justicia, deshacéis enteramente su dureza, ni hay criatura alguna que se esconda de vuestro calor.
Pues alábeos mi alma, Señor, de modo que os ame, y confiese a Vos vuestras misericordias, de modo que os alabe. Todas vuestras criaturas no cesan de tributaros alabanzas; los animales y demás criaturas corpóreas, ya que no os pueden alabar inmediatamente por sí mismas, os alaban por boca de los que las conocen y contemplan como hechuras vuestras, sirviendo ellas de escalones para que nuestra alma suba a descansar en Vos, estribando en estas cosas que hicisteis, para llegar a Vos, que sois el que las hizo maravillosamente, en quien tienen su seguro descanso, su propio sustento y su verdadera fortaleza. |