20. Todas estas cosas las ignoraba yo entonces, y amaba estas hermosuras inferiores de acá abajo, y me iba a lo profundo, diciendo a mis amigos: «¿Amamos por ventura algún objeto a no ser que sea hermoso? Pero ¿qué es ser hermoso?, ¿y en qué consiste la hermosura?, ¿qué es lo que nos atrae y aficiona a las cosas que amamos? Porque si no hubiera en ellas gracia y hermosura, de ninguna manera nos moverían a su amor».
Yo advertía y veía en los mismos cuerpos que alguno de ellos era como un todo perfecto, y por eso era hermoso, y que otro, por tanto, era decente y agradable porque se acomodaba a alguna otra cosa, a la cual era muy apto y conveniente; como una parte del cuerpo es conveniente a su todo, y como el calzado al pie, y otras cosas a este modo. Esta consideración que brotó en mi alma naciendo de lo íntimo de mi corazón me obligó a escribir los libros De lo Hermoso y De lo Conveniente, que me parece fueron dos o tres. Vos, Dios mío, lo sabéis, que yo no me acuerdo, porque ni los tengo ni sé cómo se me han perdido. |