16. ¿Qué utilidad tuve yo, miserable de mí, en aquellas obras en que ahora me avergüenzo al acordarme de ellas, y especialmente en aquel hurto, en que no amé otra cosa sino el hurto mismo? Nada amé más que eso, siendo eso mismo también nada, y yo más infeliz por eso mismo. Mas, no obstante, yo solo no hubiera hecho aquel hurto, según me acuerdo ahora del ánimo e intención que entonces tenía. Y, pues, deseé también allí la compañía de los otros delincuentes con quienes le hice, no será cierto que nada amé en el hurto sino el hurto mismo; antes bien se ha de inferir que amé otra nada, —52→ porque también aquello nada es. ¿Qué ser es el que tiene en realidad de verdad? Pero ¿quién hay que pueda enseñarme acerca de esto que se me ofrece ahora preguntar y averiguar, sino el que ilumina mi entendimiento y aparta las tinieblas de ignorancia que hay en él?
Si yo hubiera amado entonces aquellas peras que hurté y hubiera deseado aprovecharme de ellas, pudiera también haberlas hurtado solo, contentándome con aquella especie de iniquidad que bastase a cumplir mi gusto, y no hubiera encendido o avivado mi apetito con la unión de las voluntades y de los ánimos de mis cómplices y compañeros. Mas no teniendo yo gusto ni deleite alguno en aquellas peras, le tenía en hacer aquel mal, acompañado de los otros, que cooperaban a él juntos conmigo. |