De un jardín en el pozo
solía divertirse cierto mozo
horas pasando enteras y mortales
en subir y bajar sus dos pozales;
su objeto era llenarlos
de dicho pozo en el profundo abismo,
y subirlos arriba y derramarlos,
no en el jardín sino en el pozo mismo.
Violo un anciano, y con su voz machucha
le dijo: —¿Sabes, joven, que no entiendo
ese tu afán tremendo
en fatigar la soga y la garrucha?
Si al verte sacar agua en tal manera
te viese al menos arrojarla fuera,
vería yo algún fin en tu trabajo;
pero ¿a qué es esperar ansia tan viva
en subir y subir el agua arriba
para luego otra vez volverla abajo?
—Yo me divierto —el mozo le contesta—
con este rudo afán que a usted molesta;
mas ya que usted se pone a reprendello,
¿sabrá decirme lo que pierdo en ello?
El viejo le replica: —¡Joven loco,
pierdes el tiempo! ¿Te parece poco? |