Que debemos emplearnos en ejercicios humildes cuando no podemos en los elevados.

1. Hijo, no puedes permanecer siempre en fervoroso deseo de las virtudes, ni perseverar en el más alto grado de la contemplación; sino que a veces la corrupción original te obliga a descender a cosas bajas y a llevar la carga de esta vida corruptible aunque te pese y fastidie.

Mientras lleves el cuerpo mortal, sentirás tedio e inquietud de corazón.

Es preciso, pues, mientras vives en carne, gemir a menudo por el peso de ella, porque no puedes ocuparte enteramente en los ejercicios espirituales y en la divina contemplación.

2. Entonces conviene que te emplees en trabajos humildes y exteriores, consolándote con hacer buenas obras; espera con firme confianza mi venida y la visita del cielo; sufre con paciencia tu destierro y la sequedad de espíritu, hasta que Yo venga a visitarte otra vez y seas libre de toda congoja.

Porque Yo te haré olvidar los trabajos y gozar de gran serenidad interior.

Extenderé delante de ti los prados de las Escrituras, para que, dilatado tu corazón, corras por el camino de mis mandamientos.

Entonces dirás: No son comparables las penas de este tiempo con la gloria que nos será revelada.