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(Cecilia Böhl de Faber y Larrea) "Callar en vida y perdonar en muerte" Cap. 1: Una calavera entre dos floreros
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Biografía de Fernán Caballero en AlbaLearning | |
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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.1 in C major - 2: Andante |
Callar en vida y perdonar en muerte |
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Una calavera entre dos floreros | ||
Me está reservada la venganza, y Yo (Epístola de Son Pablo a los Romanos.)
Veíase en la populosa ciudad de M*** una extraña anomalía que chocaba a todo forastero, pero que había llegado a ser para sus habitantes, por la costumbre que tenían de verla, cosa en que no paraban la atención. Consistía ésta en el mustio y extraño contraste que formaba en uno de los barrios más céntricos y de mejor vecindario de la ciudad, en una de las calles de más tránsito, en la que las casas competían en compostura y buen parecer, una casa cerrada, sucia, descuidada y sombría, cuyo aspecto hería la vista y afectaba el ánimo. Las dos casas que tocaban a sus costados estaban tan blancas como si fuesen de alabastro; sus rejas y balcones se habían pintado, forzando de esta suerte al grave hierro a vestirse de alegre verde de primavera, como las plantas que, colocadas en sus tiestos color de coral, los ocupaban. Asomábanse por encima de los tiradillos, con sus vestidos de varios colores, las vanidosas dahalias, que tanto ha embellecido el cultivo europeo; alzábanse las lilas, tan distinguidas entre las flores, como lo es en sociedad la persona que a un mérito real une la modestia. El heliotropo, que sabe cuanto vale, y por lo mismo desdeña visuales colorines, se retiraba detrás de los geranios, que, variando y mejorando su exterior, han sabido conquistarse un buen lugar entre la aristocracia de Flora. En el sitio preferente se ostentaban las camelias, frías, tiesas, sin fragancia, que es el alma de las flores, haciéndose valer y dándose tono, sin acordarse de que la moda y la novedad, que las ensalzan hoy, las desatenderán mañana, y que serán tanto más olvidadas, cuanto que no dejan un perfume por recuerdo. Inclinábanse sobre los rodapiés los exquisitos claveles, la más española de las flores, como si les doliesen sus hermosas cabezas por el exceso de su aroma. Detrás de las vidrieras se veían extendidas esas cortinas formadas de pequeños juncos verdes, que vienen de China, sobre las cuales se miran pintados pájaros extraños y apócrifos, que parecen partos del arco iris, figurando así las casas, grandes pajareras de aves fantásticas en jardines encantados. Por el contrario, la casa vacía, con sus paredes oscuras, sus negros hierros, sus maderas cerradas, como si huyese de la luz del día y de las miradas de los hombres, parecía excluida de la vida alegre y activa y llevar sobre sí un anatema. En el balcón sólo se veían unos girones de papel de cartelón, que el viento y los aguaceros habían destrozado, y que su dueño, cansado de renovar, dejaba ya en el mismo estado; con cuyo mal aspecto parecían poner en entredicho aquella tétrica y abandonada mansión. En fin, podíase comparar la sola, silenciosa y fúnebre casa, enclavada entre sus dos alegres y vistosas vecinas, a una calavera colocada entre dos floreros. |
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