Que trata del gran bien que hay en no disculparse, aunque se vean condenar sin culpa.
1. Confusión grande me hace lo que os voy a persuadir (1), porque había de haber obrado siquiera algo de lo que os digo en esta virtud; es así que yo confieso haber aprovechado muy poco. Jamás me parece me falta una causa para parecerme mayor virtud dar disculpa. Como algunas veces es lícito y sería mal no lo hacer, no tengo discreción -o, por mejor decir, humildad- para hacerlo cuando conviene. Porque, verdaderamente, es de gran humildad verse condenar sin culpa y callar, y es gran imitación del Señor que nos quitó todas las culpas. Y así os ruego mucho traigáis en esto gran estudio, porque trae consigo grandes ganancias, y en procurar nosotras mismas librarnos de culpa, ninguna, ninguna veo, si no es -como digo- en algunos casos que podría causar enojo o escándalo no decir la verdad. Esto quien tuviere más discreción que yo lo entenderá.
2. Creo va mucho en acostumbrarse a esta virtud, o en procurar alcanzar del Señor verdadera humildad, que de aquí debe venir; porque el verdadero humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y perseguido y condenado sin culpa, aun en cosas graves. Porque si quiere imitar al Señor, ¿en qué mejor puede que en esto? Que aquí no son menester fuerzas corporales ni ayuda de nadie, sino de Dios.
3. Estas virtudes grandes, hermanas mías, querría yo estudiásemos mucho e hiciésemos penitencia, que en demasiadas penitencias ya sabéis os voy a la mano, porque pueden hacer daño a la salud si son sin discreción. En estotro no hay que temer, porque por grandes que sean las virtudes interiores, no quitan las fuerzas del cuerpo para servir la religión, sino fortalecen el alma; y de cosas muy pequeñas se pueden -como he dicho otras veces- acostumbrar para salir con victoria en las grandes (2). En éstas no he yo podido hacer esta prueba, porque nunca oí decir cosa mala de mí que no viese quedaban cortos; porque, aunque no era en las mismas cosas, tenía ofendido a Dios en otras muchas, y parecíame habían hecho harto en dejar aquéllas, y siempre me huelgo yo más que digan de mí lo que no es, que no las verdades (3).
4. Ayuda mucho traer consideración de lo mucho que se gana por todas vías y cómo nunca -bien mirado- nunca nos culpan sin culpas, que siempre andamos llenas de ellas, pues cae siete veces al día el justo, y sería mentira decir no tenemos pecado (4). Así que, aunque no sea en lo mismo que nos culpan, nunca estamos sin culpa del todo, como lo estaba el buen Jesús.
5. ¡Oh Señor mío!, cuando pienso por qué de maneras padecisteis y cómo por ninguna lo merecíais, no sé qué me diga de mí, ni dónde tuve el seso cuando no deseaba padecer, ni adónde estoy cuando me disculpo. Ya sabéis Vos, Bien mío, que si tengo algún bien, que no es dado por otras manos sino por las vuestras. Pues ¿qué os va, Señor, más en dar mucho que poco? Si es por no lo merecer yo, tampoco merecía las mercedes que me habéis hecho. ¿Es posible que he yo de querer que sienta nadie bien de cosa tan mala, habiendo dicho tantos males de Vos, que sois bien sobre todos los bienes? No se sufre, no se sufre, Dios mío -ni querría yo lo sufrieseis Vos- que haya en vuestra sierva cosa que no contente a vuestros ojos. Pues mirad, Señor, que los míos están ciegos y se contentan de muy poco. Dadme Vos luz y haced que con verdad desee que todos me aborrezcan, pues tantas veces os he dejado a Vos, amándome con tanta fidelidad.
6. ¿Qué es esto, mi Dios? ¿Qué pensamos sacar de contentar a las criaturas? ¿Qué nos va en ser muy culpadas de todas ellas, si delante del Señor estamos sin culpa? ¡Oh hermanas mías, que nunca acabamos de entender esta verdad, y así nunca acabamos de estar perfectas, si mucho no la andamos considerando y pensando qué es lo que es y qué es lo que no es!
Pues cuando no hubiese otra ganancia sino la confusión que le quedará a la persona que os hubiere culpado de ver que vos sin ella os dejáis condenar, es grandísimo. Más levanta una cosa de éstas a las veces el alma que diez sermones. Pues todas hemos de procurar de ser predicadoras de obras, pues el Apóstol y nuestra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras (5).
7. Nunca penséis ha de estar secreto el mal o el bien que hiciereis, por encerradas que estéis. Y ¿pensáis que aunque vos, hija, no os disculpéis, ha de faltar quien torne de vos? Mirad cómo respondió el Señor por la Magdalena en casa del Fariseo y cuando su hermana la culpaba (6). No os llevará por el rigor que a sí, que ya al tiempo que tuvo un ladrón que tornase por El, estaba en la cruz; (7) así que Su Majestad moverá a quien torne por vosotras, y cuando no, no será menester. Esto yo lo he visto y es así, aunque no querría se os acordase, sino que os holgaseis de quedar culpadas, y el provecho que veréis en vuestra alma, el tiempo os doy por testigo. Porque se comienza a ganar libertad y no se da más que digan mal que bien, antes parece es negocio ajeno. Y es como cuando están hablando dos personas, y como no es con nosotras mismas, estamos descuidadas de la respuesta. Así es acá: con la costumbre que está hecha de que no hemos de responder, no parece hablan con nosotras.
Parecerá esto imposible a los que somos muy sentidos y poco mortificados. A los principios dificultoso es; mas yo sé que se puede alcanzar esta libertad y negación y desasimiento de nosotros mismos con el favor del Señor.
NOTAS CAPÍTULO 15
1 En la 1ª redacción precedía una introducción interesante: Mas ¡qué desconcertado escribo! Bien como quien no sabe qué hace. Vosotras tenéis la culpa, hermanas, pues me lo mandáis. Leedlo como pudiéreis, que así lo escribo yo como puedo; y si no, quemadlo por mal que va. Quiérese asiento, y yo tengo tan poco lugar como veis, que se pasan ocho días que no escribo; y así, se me olvida lo que he dicho y aun lo que voy a decir, que ahora será mal de mí y rogaros no lo hagáis vosotras en esto que acabo de hacer, que es disculparme; que veo ser una costumbre perfectísima y de gran edificación y mérito; y aunque os la enseño muchas veces, y por la bondad de Dios lo hacéis, nunca Su Majestad me la ha dado.
2 Cf. c. 12, nn. 1-2 y c. 11, n. 5. -En la 1ª redacción añadía: Mas ¡qué bien se escribe esto, y qué mal lo hago yo! A la verdad, en cosas grandes nunca he podido hacer esta prueba.
3 La 1ª redacción contenía otros detalles: Estotras cosas, por graves que fuesen, no. Mas en cosas pequeñas seguía mi naturaleza -y sigo- sin advertir qué es lo más perfecto. Por eso querría yo lo comenzáseis temprano a entender, y cada una a traer consideración de lo mucho que gana por todas vías, y por ninguna pierde, a mi parecer. Gana lo principal en seguir en algo al Señor. Digo algo, porque -como he dicho- nunca nos culpan sin culpas.
4 Alusiones a Pv 24, 16 y Jn 1, 8-10.
5 Alusión a la prescripción paulina de 1 Cor 16, 34.
6 Lc 7, 36-40 y 10, 38.
7 Lc 23, 41.
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