Que todo nuestro cuidado se ha de poner en Dios.

1. Hijo, déjame obrar contigo como quiero; pues Yo sé lo que te conviene.

Tú piensas como hombre, y sientes en muchas cosas como te sugiere el afecto humano.

2. Señor, verdad es lo que dices: mayor es el cuidado que tienes de mí, que todo el que yo puedo poner en mirar por mí. Pues muy a peligro de caer está el que no pone todo su cuidado en Ti.

Señor, esté mi voluntad firme y recta contigo, y haz de mí lo que te agradare.

Que no puede ser sino todo bueno lo que Tú hicieres de mí.

Si quieres que esté en medio de tinieblas, bendito seas; y si quieres rodearme de luz, seas también bendito. Si te dignares consolarme, bendito seas; y si me quieres atribular, seas también por siempre bendito.

3. Hijo, así conviene que obres, si deseas andar conmigo.

Tan dispuesto debes estar para padecer como para gozar.

Tan de grado debes sobrellevar la pobreza y la miseria, como poseer riquezas y abundancia.

4. Señor, de buena gana padeceré por Ti todo lo que quisieres que venga sobre mí.

Recibiré de tus manos con santa indiferencia lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, lo alegre y lo triste; y te daré gracias por todo lo que me sucediere.

Guárdame de todo pecado, y no temeré la muerte ni el infierno.

Con tal que no me apartes de Ti para siempre, ni me borres del libro de la vida, no me dañará cualquiera tribulación que venga sobre mí.