AlbaLearning - Audiolibros y Libros - Learn Spanish

| HOME | AUDIOLIBROS | AMOR | ERÓTICA | HUMOR | INFANTIL | MISTERIO | POESÍA | NO FICCIÓN | BILINGUAL | VIDEOLIBROS | NOVEDADES |

Johann Wolfgang von Goethe en AlbaLearning

Johann Wolfgang von Goethe

"Hermán y Dorotea"

Canto IV

Madre e hijo

Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia

 
 

[ Descargar archivo mp3 ]

 
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108
 

Hermán y Dorotea

OBRAS DEL AUTOR
 
Hermán y Dorotea
Las desventuras del joven Werther
 

ESCRITORES ALEMANES

Arthur Schopenhauer
Christoph von Schmid
E.T.A. Hoffmann
Friedich Schiller
Gottfried Wilheim Leibniz
Hanns Heinz Ewers
Hermann Hesse
Hermanos Grimm
Johann Wolfgang von Goethe
Richard Volkmann
Thomas Mann

 

<<< Canto IV >>>
Madre e hijo

Mientras seguían conversando los tres amigos, la madre buscaba a su hijo en todos los parajes que tenía costumbre de frecuentar. Un criado le dijo que se hallaba en el jardín, y fue ella recorriéndolo en toda su extensión, que era mucha puesto que el jardín llegaba hasta las murallas de la ciudad. Al atravesar sus calles, contemplaba alborozada la hermosa vegetación, y enderezaba los puntales que sostenían los manzanos cargados de fruto, o limpiaba de orugas las apretadas hojas de las coles; porque una mujer cuidadosa no da nunca un paso inútil. No encontró allí a su hijo; pero vió entreabierta la puertecilla que daba al campo, y penetró en el hermoso cercado de la viña, satisfecha de ver la abundancia de uvas, que apenas podían ocultar los pámpanos.

Subió las gradas de toscas piedras que daban acceso a la cumbre de la colina, pensando al contemplar las pobladas vides en los alegres días de la vendimia; pero pronto su regocijó se trocó en extrañeza al oir que sólo el eco contestaba a las voces con que llamaba a su hijo, pues nunca se alejó Hermán de su lado sin advertirla a dónde se encaminaba.

Continuó adelante con la esperanza de hallarle, y llegó a los campos de su propiedad, donde contempló con deleite los hermosos trigos y las doradas espigas que se mecían en suaves ondulaciones; y siguió subiendo por la estrecha senda abierta entre las plantas, hasta el peral gigantesco que marcaba el límite de sus propiedades. Bajo sus frondosas ramas hacían su comida del mediodía los segadores y sesteaban los ganados. No se engañó: allí estaba Hermán, sentado en el rústico banco de piedra, con la vista fija en las montañas y de espaldas al sendero por donde avanzaba su madre, quien al llegar cerca de él, le tocó suavemente en el hombro. Volvióse el mancebo, y la madre cariñosa vió sus ojos inundados de lágrimas.

— ¡Lloras, hijo mío!—exclamó sorprendida.—Nunca te he visto así. ¿Qué pesares turban la calma de tu corazón? Dime el motivo de tus lágrimas.

El joven, serenándose, contestó que era preciso tener un corazón de piedra para no interesarse en las desventuras de los emigrados. El espectáculo de tanta miseria le había conmovido profundamente; y al contemplar los trigos amarillentos y los árboles llenos de frutas, que prometían óptima cosecha, pensaba que tanta prosperidad podía fácilmente convertirse en ruinas, pues el terrible enemigo avanzaba como la tempestad; y si las aguas del Rhin le habían detenido hasta entonces, acaso no podrían en adelante cortar el paso a los implacables ejércitos que amenazaban invadirlo y destruirlo todo. Su corazón de alemán latía con fuerza y ardía en deseos de vivir y morir por su patria, cuyo suelo bendito no hollaría jamás el extranjero, si toda la juventud alemana se reunía en la frontera decidida a no retroceder. Él, por su parte, estaba dispuesto a cumplir inmediatamente los deberes que su corazón le dictaba; y así daría gusto a su padre y no tendría éste que lamentarse de que su hijo careciera de nobles y honrosas ambiciones.

La buena madre, al oirle, rompió a llorar desconsolada, y excitó a su hijo a que le hablase como siempre, a que le descubriera los secretos de su corazón sin rodeos ni temores. Desde luego elogiaría sus heroicos propósitos si fuera para él una extraña; pero conociéndole bien, sabía que sus pensamientos eran distintos de los manifestados; sabía que le ocultaba algo, porque jamás el toque del clarín ni del tambor habían tenido atractivos para él, que sólo había pensado en cuidar tranquilamente de su casa y su hacienda.

Contestó el joven que los días no son iguales unos a otros, y que si bien hasta entonces había vivido pacíficamente, en su pecho latía un corazón que odiaba la arrogancia y la injusticia. Y sin embargo, Hermán no podía menos de confesar que eran justas las quejas de su madre, la cual había adivinado la falta de sinceridad de las palabras del mancebo, pues al proponerse éste abandonar la casa de sus padres, no lo hacía por miedo a los peligros ni por la sublime ambición de acudir en defensa de su patria. Sus palabras no manifestaban sus verdaderos sentimientos; pero rogaba a su madre que no le detuviera y que no quisiera saber más.

—Prosigue—replicó la discreta madre, cuéntame todo lo que piensas y sientes con todos sus detalles. Los hombres son violentos, extremados; si se ven detenidos por cualquier obstáculo, se alejan mucho de su camino; pero la mujer es ingeniosa, imagina mil medios y sabe llegar al fin que se propone dando hábiles rodeos. Dime cuál es la causa de tu pena; jamás te he visto como ahora. La sangre hierve en tus venas y a pesar de tus esfuerzos para enseñarles, brotan las lágrimas de tus ojos.

Entonces el joven se entregó a su dolor, y vertiendo amargo llanto en el seno de su buena madre, confesó que las palabras de su padre le habían herido cruelmente. El mayor afán de su vida había sido siempre honrar a sus padres, a quienes miró desde la infancia como a los seres más queridos. Recordó los sinsabores que padecía cuando sus compañeros de niñez se burlaban de su amor filial; con qué furor la emprendía con ellos si alguno se atrevía a reirse de su padre cuando los domingos salía de la iglesia con paso lento y grave. Así fue creciendo, viéndose constantemente mortificado por su padre, que descargaba en él su mal humor cuando surgía alguna contrariedad entre sus compañeros del Concejo; y todo lo soportaba con paciencia, pues nunca olvidó cuán dulce y respetuosa gratitud merecen los padres que sólo piensan en aumentar su fortuna para sus hijos, y por ellos sufren privaciones. Pero la felicidad no consiste en agregar un campo a otro; pues los padres se hacen viejos, y con ellos también envejecen los hijos, sin gozar del presente, atormentados siempre por el afán del mañana. Hermán concluyó expresando sus deseos de esta manera:

—Mirad la grande y rica extensión de nuestros campos, que llegan hasta nuestras viñas y hasta nuestros jardines; ved más allá las granjas, los establos y todo ese hermoso conjunto de propiedades. Pues cuando contemplo nuestra casa y veo la ventana de mi habitación, recuerdo cuántas noches, asomado a ella, esperé la salida de la luna, y cuántas mañanas la de los primeros rayos del sol, habiéndome bastado pocas horas de sueño para reparar mis fuerzas. Mas ¡ay, todo me parece solitario! Mi cuarto, el patio, el jardín, nuestros hermosos campos, ¡todo está desierto para mí! A mi vida le falta una compañera.

La excelente madre replicó que ella y su marido no deseaban otra cosa; que el sueño dorado de ambos consistía en que Hermán se casara, seguros de que entonces vería su hijo cómo el trabajo del día se le hacía menos penoso y la noche menos triste. Pero al mismo tiempo, la madre estaba segura de que Hermán no atendería a los paternales consejos hasta que no encontrara a una mujer que le inspirase profundo amor.

—Creo, hijo mío—añadió—que eso se ha realizado ya: tú estás enamorado. Habla, no me ocultes nada, porque el corazón me dice que has elegido para que sea tu compañera a la joven expatriada.

—Es verdad—dijo el mancebo—y sino puedo llevarla hoy mismo como esposa a nuestra casa, tal vez desaparecerá para siempre entre la horrible confusión de la guerra. En vano se multiplicarán entonces mis bienes; en vano los años venideros me traerán sus ricas mieses. ¡Ay!, ni aun el amor de una madre servirá entonces de consuelo a mi desdicha. Hoy sé ya que el amor rompe todos los lazos al formar los suyos, y que no es solamente la mujer quien deja sus padres por seguir al elegido de su corazón: también el hombre deja de pensar en ellos cuando ve partir a su amada. ¡Oh! no me impidáis ir a donde la desesperación me impulsa. Mi padre ha tomado una resolución inquebrantable: su casa no es la mía si está cerrada para la única mujer que deseo llevar a ella.

La madre lamentó que el orgullo mantenga muchas veces a los hombres frente a frente inflexibles como rocas, impidiéndoles aproximarse. Esperaba, sin embargo, que su marido cedería si la joven era buena y virtuosa, aunque pobre; y añadió:

—El dueño del León de Oro tiene el carácter brusco y a veces dice cosas que luego no ejecuta; pero se le debe sumisión, porque es el padre. Ven, hagamos la prueba ahora mismo. Quien procede con valor, consigue lo que desea. Necesitamos que nos ayuden los dos amigos que están con él ahora. El párroco especialmente, será para nosotros un auxiliar poderosísimo.

Dicho esto, la madre y el hijo se dirigieron silenciosos hacia la casa.

Inicio
<<< Canto IV >>>
  Índice obra  
 

Índice del Autor

Cuentos y Novelas de Amor

 
 
 

¡Nuevos cada día!

NOvedades en AlbaLearning - Nuevos audiolibros cada día


De actualidad
Cuentos de Navidad *
Misterio y terror *
Literatura erótica para adultos. Guentos galantes. *
Cuentos de amor y desamor para San Valentín *
Colección de Poemas *

Fábulas *
Biografías Breves *
Pensamientos, Máximas y Aforismos *
Especiales
Santa Teresa de Jesús
Cervantes
Shakespeare
Rubén Darío
Emilia Pardo Bazán
Federico García Lorca
Julia de Asensi
Carmen de Burgos
 
Especial
"Los huesos del abuelo" de Carmen de Burgos
"D. Jeckill y Mr Hyde" de R. Louis Stevenson
"El diablo desinteresado" de Amado Nervo
"La casa de Bernarda Alba" de F. García Lorca
AUTORES RECOMENDADOS
Don Quijote - Novelas Ejemplares - Auidiolibro y Libro Gratis en AlbaLearning William Shakespeare - IV Centenario - Audiolibro y Libro Gratis en AlbaLearning Especial de Rubén Darío en AlbaLearning - Centenario Especial Amado Nervo Especial de Emilia Pardo Bazán en AlbaLearning - Centenario Federico García Lorca Carmen de Burgos (Colombine) - Audiolibros y Libros Gratis en AlbaLearning
 
ESPECIALES
Esta web utiliza cookies para poder darles una mejor atención y servicio. Si continúa navegando consideramos que acepta su uso.

¿Cómo descargar los audiolibros?

Síganos en:

Síganos en Facebook - Síganos en Twitter - Síganos en Youtube

Deje un mensaje:

Guestbook (Deje su mensaje - Leave your message) Guest-book

©2021 AlbaLearning (All rights reserved)