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Canto Segundo - Cap 19
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Biografía de Gustavo Adolfo Bécquer en Albalearning | |
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Música: Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña |
Unida a la muerte Canto Segundo |
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XIX Los hombres que componen esa banda, Zuleika, fuerza es decirlo, son hombres sin leyes, de formas groseras, de carácter feroz, perteneciendo a todas las razas, a todas las creencias, pero están dotados de una franqueza sin igual, de un brazo siempre dispuesto, de una obediencia ciega, y de un corazón ansioso de peligrosas aventuras, e inaccesible al temor; amigos de cada uno en particular, fieles a todos, inexorables para los traidores...he ahí lo que les hace instrumentos a propósito para llevar a cabo proyectos aún más extensos e importantes que los míos. Aunque hay algunos que se distinguen de los demás por ciertas cualidades muy recomendables, yo elegí para consejero y confidente a un franco dotado de la mayor prudencia. Entre esos valientes se encuentran también los últimos patriotas de la bandade Lambro, aspirando a los más altos destinos y disfrutando conmigo de una libertad anticipada; con frecuencia, agrupados cerca del fuego de la caverna, desarrollan planes quiméricos, respecto a la manumisión de los Rayas. ¡Ah! Yo les dejo que desahoguen su corazón hablando de esa igualdad de derechos, que el hombre no conocerá nunca. ¡Porque también yo amo la libertad! Sí; quisiera andar errante sobre el Océano, como aquel patriarca navegante, o hacer en la tierra la vida nómada del tártaro! Una tienda en la playa arenosa, una galera entre las agitadas olas valen más para mí que los serrallos y las ciudades. ¡Que mi corcer o mi vela me conduzcan através del desierto o en alas del viento! ¡Oh! ¡Salta, bota alegremente, mi buen caballo de Berbería! ¡Corre, hiende el mar a tu gusto, mi bella proa! Tú, Zuleika, serás la estrella que guíe mis pasos errantes; ven a ocupar y a bendecir mi barquilla; ven a ser para mi arca la paloma de las dulces promesas y la paz. ¡Y si acaso viésemos frustradas nuestras placenteras esperanzas en este mundo engañador, tú serás el arco iris de una vida de tempestades, el rayo de luz de la tarde, cuya sonrisa aleje las nubes y colore el día siguiente con proféticos destellos! Los acentos de tu voz querida serán para mí sagrados como la voz del muezin dirigiéndose desde las murallas de la Meca a los peregrinos prosternados, cariñosos como la tierna melodía que arranca a la muda admiración una lágrima furtiva y dulce como el canto natal a los oídos del desterrado. He preparado para ti en estas islas risueñas una mansión florida como el Edén en su primera hora. Mil espadas, con el corazón y el brazo de Selim, estarán siempre allí para custodiarte, para defenderte, para vengarte, si tú lo ordenas. Rodeado de mi tropa fiel, con mi Zuleika al lado, depositaré a los pies de mi prometida los despojos de las naciones. Con semejantes goces y ocupaciones tales, se olvida fácilmente la ociosa languidez que consume la existencia en el harén. No me hago ilusiones, sin embargo, respecto a mi futuro destino; veo por todas partes innumerables peligros y un solo amor. Pero un corazón fiel compensará bien mis trabajos y los reveses de la fortuna, y hasta la traición de muchos pretendidos amigos. ¡Oh! ¡Cuan agradable es pensar en esas horas amargas, en las cuales pueda encontrarme abandonado de todos; serán endulzadas por tu cariño constante y desinteresado! Para calmar el dolor como para participar de la alegría, confundamos todos nuestros pensamientos, y que nada llegue a separarnos. ¡Sé firme como Selim, y Selim será tierno como tú! Una vez libre, mi deber es el de colocarme como antes, a la cabeza de mis soldados, todos amigos leales entre sí, y declarados enemigos del resto del mundo. Yo, como los demás, quiero usar de mi destreza y de mi fuerza; para ello no pido más espacio que el que puede ocupar la longitud de mi sable de combate. Los tiranos no reinan sino poniendo en práctica la astucia y ¡a violencia; que ésta sea ahora nuestro único instrumento; la otra se empleará en su tiempo; cuando seamos dueños de las ciudades, esas cárceles sociales donde hasta un alma como la tuya se ve expuesta a perderse. Porque la corrupción es capaz de viciar un corazón que los mayores riesgos no han podido alterar; y la mujer, todavía más que nosotros, puede, en un caso dado, dejarse resbalar por esa pendiente fatal de los placeres y de la deshonra...; pero ¿qué estoy diciendo? ¡Atrás, infames sospechas! ¡Mi bien amada no tiene nada de común con vosotras! La vida, Zuleika, considerándola bien, no es más que un juego de azar; y en esta ocasión, sin tener ya que ganar, tenemos mucho que temer..., ¡oh!, mucho. Porque ¿no puedes serme arrebatada, ya por el poder de Osmán, ya por la inflexible voluntad de Giaffir? No obstante, ese temor debe desaparecer ante la brisa favorable que el amor promete esta noche a mi barquilla; ningún peligro puede alcázar a dos amantes que el benigno Dios ha favorecido con su sonrisa. Toda clase de trabajo me será llevadero y dulce contigo; todo clima grato; la tierra como el mar, porque nuestro universo se hallará encerrado en nuestros besos. Si los vientos irritados silban sobre el puente, tus brazos se enlazarán más estrechamente alrededor de mi cuello; el último acento que se exhale de mis labios será, no un suspiro de pesar por la vida, sino una plegaria por ti. La guerra de los elementos no puede asustar el amor; su más terrible enemigo es la sociedad humana. Ese es el solo escollo que lograría detener nuestro curso... ¡En la mar, los peligros duran horas nada más...; en las ciudades, duran años los naufragios! ¡Mas abandonemos tan tristes ideas que se levantan delante de nosotros como horribles fantasmas! Este instante va a favorecer nuestra evasión o estorbarla para siempre. Pocas palabras tengo que añadir para dar fin a mi historia; tú no tienes más que pronunciar una sola y huímos en seguida de nuestros enemigos... Sí, Zuleika..., de nuestros enemigos... ¿Dejará de ser uno Giaffir, y bien terrible para mí? ¿Osman, que intenta separarnos, no debe ser el tuyo? |
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