La madre de las enfermedades - Ciro Alegría

Se llama Unguymaman, o sea, Madre de las Enfermedades. Vive en las aguas profundas y sale a la superficie en las noches oscuras, tempestuosas o lluviosas, para hacer el mal.

Va dando voces desde el agua, por ríos, quebradas, lagos y lagunas. Da voces cuando ve lanchas, balsas y canoas, o también casas en las orillas. Con la entonación del grito del sapo y algo más, llama: "¡Uf!, "¡uf!… Puede también que su voz parezca el aullido del viento, o el de algún otro animal, y hasta la llamada confusa de un ser humano. Si sale a tierra, la Unguymaman llama de casa en casa, sin tocar la puerta, con la misma voz. Es una voz a la que se puede reconocer por su tono lúgubre y aleve.

Cualquier persona que escuche a la Unguymaman, hombre, mujer o niño, no debe contestar. Si responde, la Unguymaman le dará la enfermedad. No hay que contestarle con una sola palabra ni con nada. La persona que necesite de nosotros, debe tocar a la puerta o llamarnos hablando, para reconocerla debidamente. Sólo en tales casos se contestará.

De la Unguymaman se sabe únicamente que es un ser maligno, cuya forma nadie ha llegado a precisar. ¿Quién podría verla durante esas noches lóbregas en que abandona su habitual morada y sale en busca de sus víctimas? Para hacer daño bástale la voz, pero a condición de que se le conteste.

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Ciro Alegría

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La madre de las enfermedades

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Se llama Unguymaman, o sea, Madre de las Enfermedades. Vive en las aguas profundas y sale a la superficie en las noches oscuras, tempestuosas o lluviosas, para hacer el mal.

Va dando voces desde el agua, por ríos, quebradas, lagos y lagunas. Da voces cuando ve lanchas, balsas y canoas, o también casas en las orillas. Con la entonación del grito del sapo y algo más, llama: "¡Uf!, "¡uf!… Puede también que su voz parezca el aullido del viento, o el de algún otro animal, y hasta la llamada confusa de un ser humano. Si sale a tierra, la Unguymaman llama de casa en casa, sin tocar la puerta, con la misma voz. Es una voz a la que se puede reconocer por su tono lúgubre y aleve.

Cualquier persona que escuche a la Unguymaman, hombre, mujer o niño, no debe contestar. Si responde, la Unguymaman le dará la enfermedad. No hay que contestarle con una sola palabra ni con nada. La persona que necesite de nosotros, debe tocar a la puerta o llamarnos hablando, para reconocerla debidamente. Sólo en tales casos se contestará.

De la Unguymaman se sabe únicamente que es un ser maligno, cuya forma nadie ha llegado a precisar. ¿Quién podría verla durante esas noches lóbregas en que abandona su habitual morada y sale en busca de sus víctimas? Para hacer daño bástale la voz, pero a condición de que se le conteste.

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