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Capítulo 5
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Biografía de León Tolstoi en Wikipedia | |
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Música: Chopin - Op.34 no.2, Waltz in A minor |
Iván el imbécil |
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V | ||
El diablejo de Tarass, terminada su tarea, partió en auxilio de sus camaradas como estaba convenido. Llegó al campo del Imbécil, y busca que te busca a sus compañeros, no encuentra a nadie. Sólo halló un agujero. Se fue luego a la pradera ya llí vio una cola entre las hierbas y otro agujero entre el centeno. —¡Ah! —se dijo—. De seguro les ha pasado algo malo. Hay, pues, que reemplazarles para perder a Iván. El diablejo se fue en busca del Imbécil; pero éste ya había terminado su trabajo en el campo y estaba cortando árboles en el bosque, porque sus hermanos se encontraban estrechos en la casa y le habían mandado que les construyera otra. Corrió entonces al bosque el diablejo, se deslizó entre las ramas y comenzó a molestar a Iván en su tarea. Iván cortó el árbol de modo que cayese sobre un sitio a propósito, y comenzóluego a empujarlo; pero el árbol cayó por el sitio peor y quedó sujeto por las ramas vecinas. Iván pasó muy mal rato antes de lograr que el árbol cayera. Atacó entonces otro árbol y se produjo el mismo fenómeno. Trabajó como un desesperado, y sólo a costa de inauditos esfuerzos logró abatirlo. Pasó luego a un tercero y siempre ocurría lo mismo. Iván pensaba cortar unos cincuenta troncos jóvenes, y no habría cortado diez, cuando le sorprendió la noche. Estaba rendido. De su cuerpo brotaba un vaho semejante a una niebla en un bosque, y, sin embargo, seguía trabajando. Aún derribó otro árbol, pero se sintió tan fatigado que, no pudiendo tenerse en pie, tiró el hacha y se sentó para descansar. Mucho se regocijó el diablejo al ver a Iván interrumpir su trabajo. —Bueno —pensó—; decididamente va a abandonar la tarea, de modo que me puedo permitir yo también un rato de descanso. Y como lo pensó, lo hizo, instalándose a horcajadas y muy contento sobre una rama. Pero he aquí que Iván se levanta, empuña de nuevo el hacha, la blande y la lanza con tal fuerza contra el árbol, que de un solo golpe lo derriba. El diablillo no tuvo tiempo de retirar las piernas, la rama se desgajó y le cogió una pata. Iván se puso a podar la rama, y hete aquí que ve en ella un diablejo vivo. Naturalmente, se sorprende. —Pero feo bicho, ¿otra vez estás aquí? —exclama. —Yo soy otro —dice el diablejo—. Yo estaba en casa de tu hermano Tarass. —Seas quien quieras, vas a llevar tu merecido. E Iván, enarbolando el hacha, iba dejarla caer sobre el diablillo, cuando éste, todo suplicante, le dijo: —No me hieras, y yo haré por ti cuanto desees. —¿Y qué puedes tú hacer? —Puedo fabricarte tanto oro como quieras. —Pues bien: fabrícalo. El diablillo le dijo entonces: —Toma hojas de encina, frótalas entre tus manos y verás el oro caer por tierra. Iván cogió las hojas, las frotó entre sí y cayó al suelo un puñado de oro. —Esto —dijo— es muy bueno para que jueguen los niños. —Ahora —interrumpió el diablillo— suéltame. —¡Como quieras! Iván cogió la pértiga y libertó al diablillo del ramaje que le tenía aprisionado. —¡Vete con Dios! —le dijo. Mas, de igual modo que los otros, apenas hubo pronunciado el nombre de Dios, el diablejo se hundió en los abismos de la tierra, como la piedra cae al fondo del agua, y no quedó de su paso más rastro que un agujero. |
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