Higuera que te yergues como un gigante desmelenado junto al estanque, ¿te olvidaste del niño, como olvidaste los pájaros que anidaban en tus ramas y ya se fueron? ¿No te acuerdas de él, de cuando se sentaba a la ventana y admiraba tus retorcidas raíces que se hundían en el suelo? Las mujeres vienen a llenar sus cántaros en el estanque y tu enorme sombra negra se mueve en la superficie del agua como el sueño se debate en el momento del despertar.
Los rayos del sol bailan sobre el agua rizada, como minúsculas lanzaderas que tejieran sin parar una tela de oro.
Por entre la hierba de la orilla, nadan dos patos, y el niño se sienta, pensativo e inmóvil, para contemplar sus sombras en el agua.
“Cómo le gustaría ser el viento para silbar por entre tus susurrantes ramas, ser tu sombra para tenderse sobre el agua con el día que declina, ser un pájaro para posarse en tu rama más alta; cómo le gustaría flotar, como esos patos, entre las hierbas y las sombras! |