Dicen que hay un santuario profanado
o el desastre final de una batalla
en mi alma estoica que sus penas calla
y en mi trágico ser decepcionado.
Si es mi alma la novicia que desmaya,
y si es mi ser el fraile excomulgado,
¡vendrá el milagro, y con su luz que estalla
hará brillar mi corazón nimbado!
Entonces tú, la pálida madona,
irás como sonámbula, llevada
por la plegaria que tu sueño entona
y al ver mi alma de amores inflamada,
¡descubrirás tu cetro y tu corona
y temblando caerás arrodillada!
Octubre de 1895
Publicado en El Mundo, el 28 de junio de 1896 |