Trata de la misma materia y dice de la manera que habla Dios al alma cuando es servido, y avisa cómo se han de haber en esto y no seguirse por su parecer. Pone algunas señales para que se conozca cuándo no es engaño y cuándo lo es. Es de harto provecho.
1. Otra manera tiene Dios de despertar al alma, y aunque en alguna manera parece mayor merced que las dichas, podrá ser más peligrosa y por eso me detendré algo en ella, que son unas hablas con el alma de muchas maneras: unas parece vienen de fuera, otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior de ella, otras tan en lo exterior que se oyen con los oídos, porque parece es voz formada.
Algunas veces, y muchas, puede ser antojo, en especial en personas de flaca imaginación o melancólicas, digo de melancolía notable.
2. De estas dos maneras de personas no hay que hacer caso, a mi parecer, aunque digan que ven y oyen y entienden, ni inquietarlas con decir que es demonio; sino oírlas como a personas enfermas, diciendo la priora o confesor, a quien lo dijere, que no haga caso de ello, que no es la sustancia para servir a Dios y que a muchos ha engañado el demonio por allí, aunque no será quizá así a ella, por no la afligir más que trae con su humor; porque si le dicen que es melancolía, nunca acabará, que jurará que lo ve y lo oye, porque le parece así.
3. Verdad es, que es menester traer cuenta con quitarle la oración, y lo más que se pudiere que no haga caso de ello; porque suele el demonio aprovecharse de estas almas así enfermas, aunque no sea para su daño, para el de otros; y a enfermas y sanas, siempre de estas cosas hay que temer hasta ir entendiendo el espíritu.
Y digo que siempre es lo mejor a los principios deshacérsele; porque si es de Dios, es más ayuda para ir adelante, y antes crece cuando es probado. Esto es así, mas no sea apretando mucho el alma e inquietándola, porque verdaderamente ella no puede más.
4. Pues tornando a lo que decía de las hablas con el ánima, de todas las maneras que he dicho, pueden ser de Dios y también del demonio y de la propia imaginación.
Diré, si acertare, con el favor del Señor, las señales que hay en estas diferencias y cuándo serán estas hablas peligrosas.
Porque hay muchas almas que las entienden entre gente de oración, y querría, hermanas, que no penséis hacéis mal en no las dar crédito, ni tampoco en dársele cuando son solamente para vosotras mismas, de regalo o aviso de faltas vuestras, dígalas quien las dijere, o sea antojo, que poco va en ello.
De una cosa os aviso, que no penséis, aunque sean de Dios, seréis por eso mejores, que harto habló a los fariseos, y todo el bien está cómo se aprovechan de estas palabras; y ninguna que no vaya muy conforme a la Escritura hagáis más caso de ellas que si las oyeseis al mismo demonio; porque aunque sean de vuestra flaca imaginación, es menester tomarse como una tentación de cosas de la fe, y así resistir siempre, para que se vayan quitando; y sí quitarán, porque llevan poca fuerza consigo.
5. Pues tornando a lo primero, que venga de lo interior, que de lo superior, que de lo exterior, no importa para dejar de ser de Dios. Las más ciertas señales que se puede tener, a mi parecer, son éstas: la primera y más verdadera es el poderío y señorío que traen consigo, que es hablando y obrando.
Declárome más: está un alma en toda la tribulación y alboroto interior que queda dicho y oscuridad del entendimiento y sequedad; con una palabra de éstas que diga solamente: no tengas pena, queda sosegada y sin ninguna, y con gran luz, quitada toda aquella pena con que le parecía que todo el mundo y letrados que se juntaran a darle razones para que no la tuviese, no la pudieran con cuanto trabajaran quitar de aquella aflicción.
Está afligida por haberle dicho su confesor y otros, que es espíritu del demonio el que tiene, y toda llena de temor: y con una palabra que se le diga sólo: Yo soy, no hayas miedo, se le quita del todo y queda consoladísima, y pareciéndole que ninguno bastará a hacerla creer otra cosa.
Está con mucha pena de algunos negocios graves, que no sabe cómo han de suceder: entiende, que se sosiegue que todo sucederá bien. Queda con certidumbre y sin pena. Y de esta manera otras muchas cosas.
6. La segunda razón, una gran quietud que queda en el alma, y recogimiento devoto y pacífico, y dispuesta para alabanzas de Dios. ¡Oh Señor! Si una palabra enviada a decir con un paje vuestro que a lo que dicen, al menos éstas en esta morada no las dice el mismo Señor, sino algún ángel, tienen tanta fuerza, ¿qué tal la dejaréis en el alma que está atada por amor con Vos y Vos con ella?
7. La tercera señal es no pasarse estas palabras de la memoria en muy mucho tiempo y algunas jamás, como se pasan las que por acá entendemos, digo que oímos de los hombres; que aunque sean muy graves y letrados, no las tenemos tan esculpidas en la memoria, ni tampoco, si son en cosas por venir, las creemos como a éstas; que queda una certidumbre grandísima, de manera que, aunque algunas veces en cosas muy imposibles al parecer, no deja de venirle duda si será o no será y andan con algunas vacilaciones el entendimiento, en la misma alma está una seguridad que no se puede rendir, aunque le parezca que vaya todo al contrario de lo que entendió, y pasan años, no se le quita aquel pensar que Dios buscará otros medios que los hombres no entienden, mas que, en fin, se ha de hacer; y así es que se hace; aunque, como digo, no se deja de padecer cuando ve muchos desvíos, porque como ha tiempo que lo entendió y las operaciones y certidumbre que al presente quedan de ser Dios es ya pasado, han lugar estas dudas, pensando si fue demonio, si fue de la imaginación.
Ninguna de éstas le queda al presente, sino que moriría por aquella verdad. Mas, como digo, con todas estas imaginaciones, que debe poner el demonio para dar pena y acobardar el alma, en especial si es en negocio que en el hacerse lo que se entendió ha de haber muchos bienes de almas, y es obras para gran honra y servicio de Dios, y en ellas hay gran dificultad, ¿qué no hará? Al menos enflaquece la fe, que es harto daño no creer que Dios es poderoso para hacer obras que no entienden nuestros entendimientos.
8. Con todos estos combates, aunque haya quien diga a la misma persona que son disparates, digo los confesores con quien se tratan estas cosas, y con cuantos malos sucesos hubiere para dar a entender que no se pueden cumplir, queda una centella no sé dónde tan viva de que será, aunque todas las demás esperanzas estén muertas, que no podría, aunque quisiese, dejar de estar viva aquella centella de seguridad.
Y en fin como he dicho se cumple la palabra del Señor, y queda el alma tan contenta y alegre, que no querría sino alabar siempre a Su Majestad y mucho más por ver cumplido lo que se le había dicho, que por la misma obra, aunque le vaya muy mucho en ella.
9. No sé en qué va esto que tiene en tanto el alma que salgan estas palabras verdaderas, que si a la misma persona la tomasen en algunas mentiras, no creo sentiría tanto; como si ella en esto pudiese más, que no dice sino lo que la dicen.
Infinitas veces se acordaba cierta persona de Jonás, profeta, sobre esto, cuando temía no había de perderse Nínive.
En fin, como es espíritu de Dios, es razón se le tenga esta fidelidad en desear no le tengan por falso, pues es la suma verdad.
Y así es grande la alegría, cuando después de mil rodeos y en cosas dificultosísimas lo ve cumplido; aunque a la misma persona se le hayan de seguir grandes trabajos de ello, los quiere más pasar que no que deje de cumplirse lo que tiene por cierto le dijo el Señor. Quizá no todas personas tendrán esta flaqueza, si lo es, que no lo puedo condenar por malo.
10. Si son de la imaginación, ninguna de estas señales hay, ni certidumbre ni paz y gusto interior; salvo que podría acaecer, y aun yo sé de algunas personas a quien ha acaecido, estando muy embebidas en oración de quietud y sueño espiritual, que algunas son tan flacas de complexión o imaginación, o no sé la causa, que verdaderamente en este gran recogimiento están tan fuera de sí, que no se sienten en lo exterior, y están tan adormecidos todos los sentidos, que como una persona que duerme, y aun quizá es así que están adormizadas, como manera de sueño les parece que las hablan y aun que ven cosas, y piensan que es de Dios, y dejan los efectos en fin como de sueño.
Y también podría ser pidiendo una cosa a nuestro Señor afectuosamente, parecerles que le dicen lo que quieren, y esto acaece algunas veces.
Mas a quien tuviere mucha experiencia de las hablas de Dios, no se podrá engañar en esto a mi parecer de la imaginación.
11. Del demonio hay más que temer. Mas si hay las señales que quedan dichas, mucho se puede asegurar ser de Dios, aunque no de manera que si es cosa grave lo que se le dice y que se ha de poner por obra de sí o de negocios de terceras personas, jamás haga nada, ni le pase por pensamiento, sin parecer de confesor letrado y avisado y siervo de Dios, aunque más y más entienda y le parezca claro ser de Dios; porque esto quiere Su Majestad, y no es dejar de hacer lo que El manda, pues nos tiene dicho tengamos al confesor en su lugar, adonde no se puede dudar ser palabras suyas; y éstas ayudan a dar ánimo, si es negocio dificultoso, y nuestro Señor le pondrá al confesor y le hará crea es espíritu suyo, cuando El lo quisiere; y si no, no están más obligados.
Y hacer otra cosa sino lo dicho y seguirse nadie por su parecer en esto, téngolo por cosa muy peligrosa; y así, hermanas, os amonesto de parte de nuestro Señor que jamás os acaezca.
12. Otra manera hay como habla el Señor al alma, que yo tengo para mí ser muy cierto de su parte, con alguna visión intelectual, que adelante diré cómo es.
Es tan en lo íntimo del alma, y parécele tan claro oír aquellas palabras con los oídos del alma al mismo Señor y tan en secreto, que la misma manera del entenderlas, con las operaciones que hace la misma visión, asegura y da certidumbre no poder el demonio tener parte allí.
Deja grandes efectos para creer esto; al menos hay seguridad de que no procede de la imaginación; y también, si hay advertencia, la puede siempre tener de esto, por estas razones: la primera, porque debe ser diferente en la claridad de la habla, que lo es tan clara, que una sílaba que falte de lo que entendió, se acuerda, y si se dijo por un estilo o por otro, aunque sea todo una sentencia; y en lo que se antoja por la imaginación, será no habla tan clara ni palabras tan distintas, sino como cosa medio soñada.
13. La segunda, porque acá no se pensaba muchas veces en lo que se entendió digo que es a deshora y aun algunas estando en conversación, aunque hartas se responde a lo que pasa de presto por el pensamiento o a lo que antes se ha pensado; mas muchas es en cosas que jamás tuvo acuerdo de que habían de ser ni serían, y así no las podía haber fabricado la imaginación para que el alma se engañase en antojársele lo que no había deseado ni querido ni venido a su noticia.
14. La tercera, porque lo uno es como quien oye, y lo de la imaginación es como quien va componiendo lo que él mismo quiere que le digan, poco a poco.
15. La cuarta, porque las palabras son muy diferentes, y con una se comprende mucho, lo que nuestro entendimiento no podría componer tan de presto.
16. La quinta, porque junto con las palabras muchas veces, por un modo que yo no sabré decir, se da a entender mucho más de lo que ellas suenan sin palabras.
En este modo de entender hablaré en otra parte más, que es cosa muy delicada y para alabar a nuestro Señor.
Porque en esta manera y diferencias ha habido personas muy dudosas, en especial alguna por quien ha pasado, y así habrá otras, que no acababan de entenderse; y así sé que lo ha mirado con mucha advertencia, porque han sido muy muchas veces las que el Señor le hace esta merced, y la mayor duda que tenía era en esto si se le antojaba, a los principios; que el ser demonio más presto se puede entender, aunque son tantas sus sutilezas, que sabe bien contrahacer el espíritu de luz; mas será a mi parecer en las palabras, decirlas muy claras, que tampoco quede duda si se entendieron como en el espíritu de verdad; mas no podrá contrahacer los efectos que quedan dichos, ni dejar esa paz en el alma, ni luz; antes inquietud y alboroto.
Mas puede hacer poco daño o ninguno, si el alma es humilde y hace lo que he dicho, de no se mover a hacer nada por cosa que entienda.
17. Si son favores y regalos del Señor, mire con atención si por ello se tiene por mejor; y si mientras mayor palabra de regalo, no quedare más confundida, crea que no es espíritu de Dios.
Porque es cosa muy cierta que, cuando lo es, mientras mayor merced le hace, muy más en menos se tiene la misma alma y más acuerdo trae de sus pecados y más olvidada de su ganancia y más empleada su voluntad y memoria en querer sólo la honra de Dios, ni acordarse de su propio provecho, y con más temor anda de torcer en ninguna cosa su voluntad, y con mayor certidumbre de que nunca mereció aquellas mercedes, sino el infierno.
Como hagan estos efectos todas las cosas y mercedes que tuviere en la oración, no ande el alma espantada, sino confiada en la misericordia del Señor, que es fiel y no dejará al demonio que la engañe, aunque siempre es bien se ande con temor.
18. Podrá ser que a las que no lleva el Señor por este camino les parezca que podrían estas almas no escuchar estas palabras que les dicen y, si son interiores, distraerse de manera que no se admitan, y con esto andarán sin estos peligros.
A esto respondo que es imposible. No hablo de las que se les antoja, que con no estar tanto apeteciendo alguna cosa ni queriendo hacer caso de las imaginaciones, tienen remedio.
Acá ninguno; porque de tal manera el mismo Espíritu que habla hace parar todos los otros pensamientos y advertir a lo que se dice, que en alguna manera me parece, y creo es así, que sería más posible no entender a una persona que hablase muy a voces a otra que oyese muy bien; porque podría no advertir, y poner el pensamiento y entendimiento en otra cosa; mas en lo que tratamos no se puede hacer: no hay oídos que se tapar, ni poder para pensar sino en lo que se le dice, en ninguna manera; porque el que pudo hacer parar el sol por petición de Josué creo era puede hacer parar las potencias y todo el interior de manera que ve bien el alma que otro mayor Señor gobierna aquel castillo que ella, y hácela harta devoción y humildad.
Así que en excusarlo no hay remedio ninguno. Dénosle la divina Majestad, para que sólo pongamos los ojos en contentarle y nos olvidemos de nosotros mismos, como he dicho, amén.
Plega a El que haya acertado a dar a entender lo que en esto he pretendido y que sea de algún aviso para quien lo tuviere.
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