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Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 41

  CAPÍTULOS:

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

SANTA TERESA DE JESÚS

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 41

 
OBRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS

PROSA

El libro de la vida

Camino de perfección

Las moradas

POESÍA

A la profesión de Isabel de los Angeles

Alma, buscarte has en mí

Al nacimiento de Jesús

A San andrés

A Santa Catalina mártir

A una profesa

Ayes del destierro

Coloquio amoroso

Cruz, descanso sabroso

En la cruz está la vida

En la festividad de los santos reyes

Nada te turbe

¡Oh hermosura que excedéis!

Para navidad

Pastores que veláis

Sobre aquellas palabras "Dilectus meus mihi"

Soneto a Jesús crucificado

Vivo sin vivir en mí

Vuestra soy, para vos nací

 

OTROS AUTORES

San Agustín

San Juan de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz

Miguel de Unamuno

 
 
Capítulo 41

Que habla del temor de Dios, y cómo nos hemos de guardar de pecados veniales.

 

1. ¡Cómo me he alargado! Pues no tanto como quisiera, porque es cosa sabrosa hablar en tal amor. ¿Qué será tenerle? (1) El Señor me le dé, por quien Su Majestad es.

Ahora vengamos al temor de Dios (2). Es cosa también muy conocida de quien le tiene y de los que le tratan. Aunque quiero entendáis que a los principios no está tan crecido, si no es algunas personas, a quien -como he dicho- (3) el Señor hace grandes mercedes, que en breve tiempo las hace ricas de virtudes. Y así no se conoce en todos, a los principios, digo. Vase aumentando el valor creciendo más cada día; aunque desde luego se entiende, porque luego se apartan de pecados y de las ocasiones y de malas compañías y se ven otras señales. Mas cuando ya llega el alma a contemplación -que es de lo que más ahora aquí tratamos-, el temor de Dios también anda muy al descubierto, como el amor; no va disimulado, aun en lo exterior. Aunque mucho con aviso se miren estas personas, no las verán andar descuidadas, que por grande que le tengamos a mirarlas, las tiene el Señor de manera que, si gran interés se le ofreciese, no harán de advertencia un pecado venial. Los mortales temen como al fuego.

Y éstas son las ilusiones que yo querría, hermanas, temiésemos mucho, y supliquemos siempre a Dios no sea tan recia la tentación, que le ofendamos, sino que nos la dé conforme a la fortaleza que nos ha de dar para vencerla. Esto es lo que hace al caso; este temor es el que yo deseo nunca se quite de nosotras, que es lo que nos ha de valer.

2. ¡Oh, que es gran cosa no tener ofendido al Señor, para que sus siervos y esclavos infernales estén atados!; (4) que, en fin, todos le han de servir, mal que les pese, sino que ellos es por fuerza y nosotros de toda voluntad. Así que, teniéndole contento, ellos estarán a raya, no harán cosa con que nos puedan dañar, aunque más nos traigan en tentación y nos armen lazos secretos.

3. Tened esta cuenta y aviso -que importa mucho- que no os descuidéis (5) hasta que os veáis con tan gran determinación de no ofender al Señor, que perderíais mil vidas antes que hacer un pecado mortal, y de los veniales estéis con mucho cuidado de no hacerlos; esto de advertencia, que de otra suerte, ¿quién estará sin hacer muchos? Mas hay una advertencia muy pensada; otra tan de presto, que casi haciéndose el pecado venial y advirtiendo, es todo uno, que no nos pudimos entender. Mas pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él (6). ¡Cuánto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado, y como quien dice: "Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis, y sé que no lo queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad". Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece, por leve que sea la culpa, sino mucho y muy mucho (7).

4. Mirad, por amor de Dios, hermanas, si queréis ganar este temor de Dios, que va mucho entender cuán grave cosa es ofensa de Dios y tratarlo en vuestros pensamientos muy ordinario, que nos va la vida y mucho más tener arraigada esta virtud en nuestras almas. Y hasta que entendáis muy de veras que le tenéis (8), es menester andar siempre con mucho mucho cuidado, y apartarnos de todas las ocasiones y compañías que no nos ayuden a llegarnos más a Dios. Tener gran cuenta con todo lo que hacemos, para doblar en ello nuestra voluntad, y cuenta con que lo que hablare vaya con edificación; huir de donde hubiere pláticas que no sean de Dios.

Ha menester mucho que en sí quede muy impreso este temor; aunque si de veras hay amor, presto se cobra. Mas en teniendo el alma visto con gran determinación en sí, que -como he dicho- (9) por cosa criada no hará una ofensa de Dios, aunque después se caiga alguna vez, porque somos flacos y no hay que fiar de nosotros; (cuando) más determinados, menos confiados de nuestra parte, que de donde ha de venir la confianza ha de ser de Dios); cuando esto que he dicho entendamos de nosotros, no es menester andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la costumbre nos será ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas (10). Porque las que antes que tuvieseis este verdadero temor de Dios os fueran tóxico y ayuda para matar el alma, muchas veces después os la harán para amar más a Dios y alabarle porque os libró de aquello que veis ser notorio peligro. Y si antes fuerais parte para ayudar a sus flaquezas, ahora lo seréis para que se vayan a la mano en ellas por estar delante de vos, que sin quereros hacer honra acaece esto.

5. Yo alabo al Señor muchas veces, y pensando de dónde vendrá por qué, sin decir palabra, muchas veces un siervo de Dios ataja palabras que se dicen contra El, debe ser que así como acá, si tenemos un amigo, siempre se tiene respeto, -si es en su ausencia-, a no hacerle agravio delante del que saben que lo es, y como aquél está en gracia, la misma gracia debe hacer que, por bajo que éste sea, se le tenga respeto y no le den pena en cosa que tanto entienden ha de sentir, como ofender a Dios. El caso es que yo no sé la causa, mas sé que es muy ordinario esto.

Así que no os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno, y a las veces dan en ser escrupulosas, y veisla aquí inhabilitada para sí y para los otros. Y ya que no dé en esto, será buena para sí, mas no llegará muchas almas a Dios, como ven tanto encogimiento y apretura. Es tal nuestro natural, que las atemoriza y ahoga y huyen de llevar el camino que vos lleváis, aunque conocen claro ser de más virtud.

6. Y viene otro daño de aquí, que es juzgar a otros: como no van por vuestro camino, sino con más santidad por aprovechar el prójimo tratan con libertad y sin esos encogimientos, luego os parecerán imperfectos. Si tienen alegría santa, parecerá disolución, en especial en las que no tenemos letras ni sabemos en lo que se puede tratar sin pecado. Es muy peligrosa cosa y un andar en tentación continuo y muy de mala digestión, porque es en perjuicio del prójimo. Y pensar que si no van todos por el modo que vos, encogidamente, no van tan bien, es malísimo.

Y hay otro daño: que en algunas cosas que habéis de hablar y es razón habléis, por miedo de no exceder en algo no osaréis sino por ventura decir bien de lo que sería muy bien abominaseis.

7. Así que, hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se atemoricen y amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas, y que aunque sintáis mucha pena si no van sus pláticas todas como vos las querríais hablar, nunca os extrañéis de ellas, si queréis aprovechar y ser amada. Que es lo que mucho hemos de procurar: ser afables y agradar y contentar a las personas que tratamos, en especial a nuestras hermanas.

8. Así que, hijas mías, procurad entender de Dios en verdad que no mira a tantas menudencias (11) como vosotras pensáis, y no dejéis que se os encoja el ánima y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes. La intención recta, la voluntad determinada, como tengo dicho (12), de no ofender a Dios. No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad sacará muchas imperfecciones que el demonio le pondrá por otras vías y, como he dicho (13), no aprovechará a sí y a las otras tanto como pudiera.

9. Veis aquí cómo con estas dos cosas -amor y temor de Dios- podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor ha de ir siempre delante, no descuidados; que esta seguridad no la hemos de tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Y así lo entendió nuestro Enseñador cuando en el fin de esta oración dice a su Padre estas palabras (14), como quien entendió bien eran menester.

 

NOTAS CAPÍTULO 41

1 La 1ª redacción proseguía: ¡Oh Señor mío, dádmele Vos! No vaya yo de esta vida hasta que no quiera cosa de ella, ni sepa qué cosa es amar fuera de Vos, ni acierte a poner este nombre en nadie, pues todo es falso, pues lo es el cimiento, y así no dura el edificio.

No sé por qué nos espantamos: cuando oigo decir "aquél me pagó mal", "estotro no me quiere", yo me río entre mí; ¿qué os ha de pagar, ni qué os ha de querer? En esto veréis quién es el mundo, que vuestro mismo amor os da después el castigo; y eso es lo que os deshace, porque siente mucho la voluntad de que la hayáis traído embebida n juego de niños.

A ahora vengamos al temor, aunque se me hace de mal no hablar en este amor de mundo un rato, porque le conozco bien, por mis pecados, y quisiéraosle dar a conocer porque os librarais de él para siempre. Mas porque salgo de propósito lo habré de dejar. -Fray Luis incluyó este hermoso pasaje en su edición (pp. 246-247), aunque muy retocado.

2 Véase la división del tema en el c. 10, n. 1.

3 Lo ha dicho en el c. 40, n. 3, y c. 16, nn. 6-9.

4 Estén atados: para completar la frase añadió fray Luis esas dos palabras (p. 248), tomándolas a su vez de la edición de Evora (p. 136 v).

5 Que hasta que, escribió por descuido la Santa.

6 Yo no sé cómo tenemos tanto atrevimiento como es ir contra un tan gran Señor, aunque sea en muy poca cosa. Así la 1ª redacción.

7 La 1ª redacción continuaba: Por amor de Dios, hijas, que nunca os descuidéis en esto, como ahora -¡gloria sea al Señor!- lo hacéis.

8 Por el reiterado escrúpulo teológico de la no certeza del estado de gracia, el censor tachó en el autógrafo: "entendáis muy de veras". Fray Luis aceptó la corrección del censor (p. 250).

9 Lo ha dicho en los nn. 1 y 3. -En el ms. de Toledo añadió la Santa: no se desanime, que quizá lo permite para que más se conozca; sino procure luego pedir perdón. -En la 1ª redacción era más tajante: ... que por cosa criada, ni por medio de mil muertes no haría un pecado venial...

10 Personas distraídas (1ª redacción).

11 Cf. 23, 3.

12 Lo ha dicho en el n. 3.

13 En los nn. 5-6.

14 Estas palabras, es decir, la última petición del Paternóster. -He aquí la hermosa conclusión del capítulo en la 1ª redacción: Veis aquí cómo con estas dos cosas, de amor y temor de Dios, podéis ir con quietud por este camino y no pareciendo que veis a cada paso el hoyo adonde caer, que nunca acabaréis de llegar. -Mas, porque aun esto no se puede saber cierto si es verdad que tenemos estas dos cosas como son bien menester, habiéndonos el Señor lástima de que vivimos en vida tan incierta y entre tantas tentaciones y peligros, dice bien Su Majestad, enseñándonos que pidamos, y El lo pide para Sí: "Mas líbranos del mal. Amen".

 

Capítulo 41
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