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Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 10

  CAPÍTULOS:

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

SANTA TERESA DE JESÚS

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 10

 
OBRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS

PROSA

El libro de la vida

Camino de perfección

Las moradas

POESÍA

A la profesión de Isabel de los Angeles

Alma, buscarte has en mí

Al nacimiento de Jesús

A San andrés

A Santa Catalina mártir

A una profesa

Ayes del destierro

Coloquio amoroso

Cruz, descanso sabroso

En la cruz está la vida

En la festividad de los santos reyes

Nada te turbe

¡Oh hermosura que excedéis!

Para navidad

Pastores que veláis

Sobre aquellas palabras "Dilectus meus mihi"

Soneto a Jesús crucificado

Vivo sin vivir en mí

Vuestra soy, para vos nací

 

OTROS AUTORES

San Agustín

San Juan de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz

Miguel de Unamuno

 
 
Capítulo 10

Trata cómo no basta desasirse de lo dicho, si no nos desasimos de nosotras mismas, y cómo están juntas esta virtud y la humildad.

 

1. Desasiéndonos del mundo y deudos y encerradas aquí con las condiciones que están dichas, ya parece lo tenemos todo hecho y que no hay que pelear con nada. ¡Oh hermanas mías!, no os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Y ya sabéis que no hay peor ladrón, pues quedamos nosotras mismas, que si no se anda con gran cuidado y cada una -como en negocio más importante que todos- no se mira mucho en andar contradiciendo su voluntad, hay muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu, que pueda volar a su Hacedor sin ir cargada de tierra y de plomo.

2. Gran remedio es para esto traer muy continuo en el pensamiento la vanidad que es todo y cuán presto se acaba, para quitar las afecciones de las cosas que son tan baladíes y ponerla en lo que nunca se ha de acabar. Y aunque parece flaco medio, viene a fortalecer mucho el alma, y en las muy pequeñas cosas traer gran cuidado; en aficionándonos a alguna, procurar apartar el pensamiento de ella y volverle a Dios, y Su Majestad ayuda. Y hanos hecho gran merced, que en esta casa lo más está hecho, puesto que (1) este apartarnos de nosotras mismas y ser contra nosotras, es recia cosa, porque estamos muy juntas y nos amamos mucho.

3. Aquí puede entrar la verdadera humildad, porque esta virtud y estotra (2) paréceme andan siempre juntas. Son dos hermanas que no hay para qué las apartar. No son éstos los deudos de que yo aviso se aparten, sino que los abracen, y las amen y nunca se vean sin ellas. ¡Oh soberanas virtudes, señoras de todo lo criado, emperadoras del mundo, libradoras de todos los lazos y enredos que pone el demonio, tan amadas de nuestro enseñador Cristo, que nunca un punto se vio sin ellas! Quien las tuviere, bien puede salir y pelear con todo el infierno junto y contra todo el mundo y sus ocasiones. No haya miedo de nadie, que suyo es el reino de los cielos. No tiene a quién temer, porque nada no se le da de perderlo todo ni lo tiene por pérdida; sólo teme descontentar a su Dios; y suplicarle (3) las sustente en ellas porque no las pierda por su culpa.

4. Verdad es que estas virtudes tienen tal propiedad, que se esconden de quien las posee, de manera que nunca las ve ni acaba de creer que tiene ninguna, aunque se lo digan; mas tiénelas en tanto, que siempre anda procurando tenerlas, y valas perfeccionando en sí más, aunque bien se señalan los que las tienen; luego se da a entender a los que los tratan, sin querer ellos.

Mas ¡qué desatino ponerme yo a loar humildad y mortificación, estando tan loadas del Rey de la gloria y tan confirmadas con tantos trabajos suyos! Pues, hijas mías, aquí es el trabajar por salir de tierra de Egipto, que en hallándolas hallaréis el maná; (4) todas las cosas os sabrán bien; por mal sabor que al gusto de los del mundo tengan, se os harán dulces.

5. Ahora, pues, lo primero que hemos de procurar es quitar de nosotras el amor de este cuerpo, que somos algunas tan regaladas de nuestro natural, que no hay poco que hacer aquí, y tan amigas de nuestra salud, que es cosa para alabar a Dios la guerra que dan, a monjas en especial, y aun a los que no lo son. Mas algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio, sino a procurar no morirnos. Cada una lo procura como puede. Aquí, a la verdad, poco lugar hay de eso con la obra, mas no querría yo hubiese el deseo. Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo, y no a regalaros por Cristo; que esto pone el demonio "que para llevar y guardar la Orden"; (5) y tanto enhorabuena se quiere guardar la Orden con procurar la salud para guardarla y conservarla, que se muere sin cumplirla enteramente un mes, ni por ventura un día. Pues no sé yo a qué venimos.

6. No hayan miedo nos falte discreción en este caso por maravilla, que luego temen los confesores nos hemos de matar con penitencias. Y es tan aborrecido de nosotras esta falta de discreción, que así lo cumpliésemos todo. Las que lo hicieren al contrario, yo sé que no se les dará nada de que diga esto, ni a mí de que digan juzgo por mí, que dicen verdad (6). Tengo para mí que así quiere el Señor seamos más enfermas; al menos a mí hízome en serlo gran misericordia, porque como me había de regalar así como así, quiso fuese con causa.

Pues es cosa donosa las que andan con este tormento que ellas mismas se dan, y algunas veces dales un deseo de hacer penitencias sin camino ni concierto, que duran dos días, a manera de decir. Después pónelas el demonio en la imaginación que las hizo daño; hácelas temer de la penitencia y no osar después cumplir la que manda la Orden, "que ya lo probaron". No guardamos unas cosas muy bajas de la Regla -como el silencio, que no nos ha de hacer mal- y no nos ha dolido la cabeza, cuando dejamos de ir al coro, -que tampoco nos mata-, y queremos inventar penitencias de nuestra cabeza para que no podamos hacer lo uno ni lo otro (7). Y a las veces es poco el mal, y nos parece no estamos obligadas a hacer nada, que con pedir licencia cumplimos.

7. Diréis ¿que por qué la da la priora? -A saber lo interior, por ventura no haría; mas como le hacéis información de necesidad y no falta un médico que ayuda por la misma que vos le hacéis, y una amiga que llore al lado, o parienta, ¿qué ha de hacer? Queda con escrúpulo si falta en la caridad. Quiere más faltéis vos que ella (8).

8. Estas son cosas que puede ser pasen alguna vez, y porque os guardéis de ellas las pongo aquí. Porque si el demonio nos comienza a amedrentar con que nos faltará la salud, nunca haremos nada. El Señor nos dé luz para acertar en todo, amén.

 

NOTAS CAPÍTULO 10

1 Puesto que, en acepción de aunque. -El pasaje es más claro en la 1ª redacción: Y hanos hecho gran merced, que en esta casa lo más está hecho; mas queda desasirnos de nosotros mismos. Este es recio apartar...

2 estotra: la virtud del desasimiento, de que viene hablando.

3 Suplícale debió escribir. En la 1ª redacción concluía así: No tiene a quién temer, sino suplicar a Dios le sustente en ellas para que no las pierda por su culpa.

4 Alusión a Sab 16, 20, y al Ex c. 16.

5 Un corrector enmendó sin motivo el autógrafo: "que esto pone el demonio que es menester para llevar y guardar la orden". -Recuérdese que pone equivale a sugiere. -Guardar la orden equivale a guardar la observancia de la Orden. -Tanto enhorabuena: tan enhorabuena.

6 En la 1ª redacción escribió más lacónicamente: Creo, y sélo cierto, que tengo más compañeras que tendré injuriadas por hacer lo contrario.

7 En la 1ª redacción era más fina la ironía y fuerza de este pasaje. Algunas veces dales un frenesí de hacer penitencias sin camino ni concierto.... La imaginación que les pone el demonio 'que las hizo daño' 'que ¡nunca más penitencia!, ni la que manda la orden que ya lo probaron'. No guardan unas cosas muy bajas de la Regla -como es el silencio, que no nos ha de hacer mal-, y no nos ha venido la imaginación de que nos duele la cabeza, cuando dejamos de ir al coro -que tampoco nos mata-, un día porque nos dolió, y otro porque nos ha dolido, y otros tres porque no nos duela.

8 Y no le parece justo juzgarnos mal -añadía la 1ª redacción-. -En lugar del n. siguiente, la redacción primitiva concluía así: ¡Oh, este quejar -válgame Dios- entre monjas!; que El me lo perdone, que temo es ya costumbre. A mí me acaeció una vez ver esto: que la tenía una de quejarse de la cabeza, y quejábaseme mucho de ella. Venido a averiguar, poco ni mucho le dolía, sino en otra parte tenía algún dolor. -Todo este capítulo es mucho más espontáneo y finamente cáustico en la redacción escurialense.

 

Capítulo 10
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