Por la noche la Muerte las alcobas visita
donde dormimos nuestros apetitos bestiales y,
buen vendimiador, los frutos escogita
de sus vendimias eternales.
Una vez a mi lado llegó calladamente
y, cual si fuera un miembro próximo de la familia,
me acarició las manos y me besó la frente;
y yo comprendí todo...
Y, desde esa vigilia,
ella marcha conmigo
y se acuesta en mi lecho
y su mirar oscuro toda mi vida abarca...
¿No ves, por mi actitud, que estoy como en acecho
del rumor con que boga su misteriosa barca? |