35. Mirad, Señor, cuánto me he detenido recorriendo la anchurosa extensión de mi memoria, sólo para buscaros, y no he podido hallaros fuera de ella: no he hallado de Vos cosa alguna que no estuviese en mi memoria, desde el instante que tuve conocimiento de Vos, pues jamás os he olvidado desde que os he conocido. En donde hallé la verdad, allí mismo hallé a mi Dios, que es la Verdad misma, que nunca olvidé desde que la conocí. Y así, Dios mío, desde que tuve conocimiento de Vos permanecéis en mi memoria, y en ella misma os hallo cuando hago mención de Vos, y me deleito en Vos. Éstas son mis santas delicias, que os habéis dignado concederme por vuestra misericordia, atendiendo a mi pobreza.
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