32. No quiera ni permita, Señor, vuestra misericordia, que en el corazón de este humilde siervo vuestro, que delante de Vos descubre los secretos de su alma, tenga entrada jamás ese vano pensamiento de juzgarme bienaventurado con cualquier género de gozo y alegría que haya tenido. Porque hay otro verdadero gozo que no se concede a los impíos y malos, sino solamente a aquéllos que os sirven voluntariamente, de los cuales Vos sois el gozo: ésa es la vida bienaventurada, una alegría ordenada a Vos, dimanada de Vos y poseída por amor de Vos; ésa misma es, y no hay otra verdadera. Aquéllos que juzgan que hay otra distinta de ésa, siguen otra muy diferente alegría, pero no esa misma que es la verdadera; y sólo alguna aparente semejanza de la verdadera alegría es la que siguen, y de la cual no se aparta su voluntad.
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