27. Aquella mujer del Evangelio que perdió la dracma y la buscó con una antorcha encendida, no hubiera podido hallarla si no la conservara en su memoria, porque después que la hubiese hallado, ¿cómo había de conocer si era aquélla la que buscaba, si no se acordara de ella? Recuerdo haber buscado y hallado muchas cosas que había perdido, y sé que las hallé porque si cuando buscaba alguna de ellas me decía alguno:¿Es por ventura esto lo que buscas, o es acaso aquello?, yo siempre respondía: No es eso; hasta que se me presentase aquella misma cosa que buscaba. Si, pues, no me hubiese acordado de ella, ni tuviera en la memoria lo que era y cómo era aquella cosa, aunque la tuviera a la vista no la hallara, porque no la conociera. Esto mismo sucede siempre que buscamos y hallamos lo que antes hemos perdido.
Pero si alguna cosa se pierde respecto de nuestra vista, no respecto de nuestra memoria, como por ejemplo, cualquier cuerpo visible, entonces la imagen de aquella cosa se conserva interiormente y por ella se busca hasta que vuelve a presentarse a nuestra vista; cuando ya se ha hallado se reconoce si es o no aquella misma cosa que se buscaba, confrontándola con su imagen que estaba en la memoria. Por lo cual, ni decimos que hemos hallado lo perdido si no lo conocemos, ni podemos conocerlo si no nos acordamos de ello. Es verdad que esto solamente se había perdido respecto de nuestra vista, pero se conservaba en nuestra memoria.
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