18. De lo dicho resulta que aprender estas cosas, cuyas imágenes no hemos recibido por los sentidos, sino que son imágenes, e inmediatamente como ellas son en sí las vemos dentro de nosotros mismos, no es otra cosa que recoger y juntar con el pensamiento aquellas especies que estaban dispersas y sin orden en nuestra memoria; y además de eso, procurar, con reflexión y advertencia, que esas mismas verdades que antes estaban allí dispersas, arrinconadas escondidas, de allí en adelante estén como puestas a mano en la misma memoria, y se presenten fácil y prontamente luego que quisiéramos valernos de ellas.
¿Cuán grande multitud de especies de esta clase tiene mi memoria, que al presente están juntas y ordenadas, y que, como tengo dicho las tengo en la mano para poder usarlas, y comúnmente se dice que las hemos estudiado y aprendido? Pues estas mismas cosas, si de cuando en cuando no se vuelven a repetir y repasar, de tal manera se hunden otra vez y se van como resbalando hasta los senos más profundos y escondidos, que es menester nuevamente irlas buscando y sacando de allí mismo (porque ellas no tienen otro lugar donde irse), como si fueran nuevas y nunca sabidas, y recogerlas y ponerlas juntas otra vez para que puedan saberse. Esto mismo da a entender la palabra latina cogitare, que significa pensar, pero en su raíz (que es cogo, de donde sale el frecuentativo cogito) significa recoger y juntar; y así pensar es lo mismo que juntar y unir las especies que estaban en la memoria dispersas. Este verbo ya no se usa propiamente en la significación de juntar cualesquiera cosas que están dispersas en otra parte, sino solamente para significar las que se recogen y juntan en el alma, que propiamente en latín se dice cogitare, y en castellano pensar.
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