7. Vos solamente, Señor, sois el que puede hacer juicio cabal de lo que soy, pues aunque es cierto que ninguno de los hombres puede llegar a saber lo que pasa en lo interior de otro hombre, sino el mismo espíritu que está en cada uno de ellos, hay, no obstante, algunas cosas en el hombre que aun el mismo espíritu que le anima no las sabe cabal y perfectamente. Sólo Vos, Señor, que le habéis creado, conocéis todas sus cosas con ese cabal y perfectísimo conocimiento. Pero yo, aunque respecto de vuestra perspicacia me respete a mí mismo y conozca que soy tierra y ceniza, algunas sé y puedo afirmar de Vos que no las sé ni puedo afirmar de mí.
Es muy cierto que ahora no os vemos sino confusamente como por un espejo y en enigmas, no habiendo llegado todavía a veros cara a cara. Por eso mientras dura mi peregrinación en la tierra me veo más cerca a mí mismo que no a Vos, y no obstante eso sé ciertamente de Vos que de ningún modo podéis padecer violencias ni daño alguno, cuando de mí mismo ignoro enteramente a qué tentaciones sabré resistir y a cuáles no sabré. Tengo esperanza de salir con victoria, fundándola en que Vos sois fiel en vuestras promesas, y no permitís que seamos tentados más de lo que nuestras fuerzas pueden resistir; antes bien hacéis que saquemos provecho de la tentación, para que al fin salgamos victoriosos. Confesaré, pues, lo que sé de mí y confesaré también qué es lo que de mí no sé. Porque todo lo que sé de mí, lo sé mediante la luz que Vos me habéis comunicado para que lo sepa; y lo que no sé de mí, estaré sin saberlo hasta que estas tinieblas de mi ignorancia se conviertan en luz tan clara como la del mediodía con el resplandor de vuestra divina presencia.
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