22. Después conocí claramente, y experimenté también, que no debía extrañarse que a un paladar enfermo le sea áspero y penoso el pan, que es delicioso y suave al que está sano, a la par que la luz, que a los ojos enfermos es aborrecible, a los sanos es amable. También vuestra justicia es un atributo que desagrada a los inicuos y malos, y así no es mucho que les desagraden la víbora y el gusano, que Vos creasteis buenos, y son útiles y convenientes a esta parte inferior del universo, a la cual convienen y pertenecen juntamente los mismos inicuos y pecadores, cuanto más se alejan de vuestra semejanza, al paso que tanto más pertenecen y se adaptan a la superior clase de vuestras criaturas cuanto más semejantes se hicieren a Vos.
Busqué también entonces qué cosa era la maldad y no hallé que fuese sustancia alguna, sino un desorden de la voluntad que se aparta de la sustancia suma que sois Vos, Dios mío, y se ladea y une a las criaturas inferiores, que desecha y arroja todos sus bienes interiores y se muestra en lo exterior soberbia y orgullosa. |