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Capítulo 11
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Biografía de San Agustín en Wikipedia | |
Música: C. Wesley - Pastorale |
Confesiones |
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CAPÍTULO 11 |
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Trata Agustín de ordenar su vida |
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18. Me causaba muy grande admiración el contemplar cuán largo espacio de tiempo había pasado desde el año diecinueve de mi edad, en que comencé a enfervorizarme en el estudio de la sabiduría, proponiendo que después de hallarla, había de abandonar todas las vanas esperanzas y engañosas locuras con que se fomentan los apetitos y codicias de los hombres. Andaba ya en los treinta años de mi edad y todavía estaba atollado en el mismo lodo con el ansia de gozar de los bienes presentes, fugitivos, y que me destruían, mientras yo me decía a mí mismo: «Mañana encontraré la verdad: ya se descubrirá lo cierto y yo lo asiré fuertemente. Fausto está para venir, y él declarará todas las dificultades. ¡Oh, qué grandes hombres son los académicos, enseñando que ninguna cosa se puede tener por cierta para el régimen de esta vida! Pero busquemos la verdad con mayor cuidado y diligencia, y no perdamos del todo la esperanza. Mira cómo no tienes ya por desatinos y absurdos los que antes te lo parecían en los libros eclesiásticos, sino que conoces que se pueden bien entender en otro sentido muy diferente y fundado. Pues me estaré quieto y firme en aquel primer grado en que me pusieron mis padres cuando era niño, hasta que se descubra claramente la verdad. Pero ¿dónde ha de buscarse? Ambrosio no tiene tiempo desocupado; yo tampoco tengo oportunidad de leer tanto. ¿Dónde iré a buscar los libros necesarios?, ¿con qué dinero y cuándo los compraré?, ¿quiénes son los que me los darán? »No obstante, es menester repartir bien el tiempo y señalar algunas horas para tratar de la salud del alma. Grande esperanza he concebido viendo que la religión católica no enseña lo que yo pensaba y vanamente reprendía. Los católicos instruidos y doctos tienen por un grande error el creer que Dios tenga la forma o figura de cuerpo humano; pues ¿por qué dudamos llamar a la misma puerta por donde se nos descubrió esto, para que se nos manifieste lo demás? Las horas de la mañana me las ocupan los discípulos; ¿y qué es lo que hago en las restantes?, ¿por qué no las empleo en esto? »Pero ¿cuándo visitaré a los amigos poderosos, de cuyos favores y protección necesito?, ¿cuándo trabajaré los cartapacios que compran los estudiantes? Y finalmente, ¿cuándo repararé las fuerzas del cuerpo con el alimento y sueño, y las del alma con algún descanso de tan continuas tareas y cuidados? 19. »Piérdase todo y abandonemos estas cosas inútiles y vanas, y dediquémonos solamente a la investigación de la verdad. Esta vida está llena de miserias y no tenemos certeza de la hora de la muerte. Si me acomete repentinamente, ¿en qué estado saldré de este mundo y adónde aprenderé lo que no he cuidado de aprender aquí? O por mejor decir, ¿no tendré que padecer allá por este mi descuido y negligencia? »¿Y se sabe si la muerte misma, que nos corta el hilo de la vida, acabará también con todos nuestros cuidados? Conque también esto es menester averiguarlo y saberlo. Pero ¿qué?, no es posible que eso sea. No es en balde, no es sin utilidad y provecho que una autoridad tan eminente como la de la fe y religión cristiana esté tan extendida por el universo. Ni Dios hubiera hecho tantas y tan admirables cosas por nosotros, si con la muerte del cuerpo hubiera de acabar también la vida del alma. Pues ¿qué es lo que me detiene para que, abandonando todas las esperanzas de este mundo, me entregue totalmente a buscar a Dios y a la vida bienaventurada? »Pero vamos despacio: también estas cosas terrenas son bien apetecibles y gustosas, no es pequeña su suavidad y dulzura, por lo cual no se ha de romper por todo tan ligera y repentinamente, porque sería cosa fea y vergonzosa volver a estas delicias del mundo después de haberlas dejado. Considera también que no es dificultoso que consigas algún empleo honorífico. Y entonces, ¿qué habría más que desear en este mundo? Yo tengo abundancia de amigos muy autorizados y así, cuando no haya otra cosa y te corra mucha prisa, se te puede dar el cargo de una judicatura con que podrás casarte con una mujer que tenga bastante dote para que no se desfalquen tus rentas y caudales, y éste sería el término de todos tus deseos. Muchos grandes hombres, y muy dignos de imitarse, siendo casados fueron muy dedicados al estudio de la sabiduría». 20. Mientras yo decía todas estas cosas, y como encontrados vientos combatían mi corazón todas estas imaginaciones y alternativamente le impelían de una parte a otra, se iban pasando los tiempos y yo retardaba el convertirme al Señor y dilataba de un día para otro el vivir en Vos, pero no dilataba el morir en mí mismo cada día. Amando la vida bienaventurada, temía buscarla en Vos, donde tiene su asiento; y así huyendo de ella era como la buscaba. Juzgaba que sería sumamente infeliz y desdichado si me privara de la mujer y no pensaba en la medicina preparada por vuestra misericordia para curar esta misma dolencia, porque no la había experimentado y porque creía que la continencia se había de alcanzar con nuestras propias fuerzas naturales, las cuales no las veía en mí, siendo tan ignorante que no sabía, según dice la Sagrada Escritura: Que nadie puede ser continente si Vos no le dais esta virtud. Y ciertamente me la hubierais dado, si con gemidos íntimos de mi corazón os la hubiera pedido, y con una firme confianza hubiera colocado en Vos todos mis cuidados. |
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