Juntó cortes el león,
estando enfermo una vez,
para elegir un juez
a quien la jurisdicción
de sus reinos encargase.
Los animales, atento
a que es tan manso el jumento,
pidieron que él gobernase.
Tomó, al fin, la posesión;
y por dalle autoridad,
junto con la potestad,
sus uñas le dio el león.
Parabién le vino a dar
luego con grande alegría
un rocín, que ser solía
su amigo; y él, por usar
del poder, dos uñaradas
le dio al amigo inocente;
y viéndose injustamente
las carnes acribilladas,
dijo llorando el rocín:
—No tienes tú culpa, no,
sino quien uñas le dio
a un animal tan ruin.
El león, airado y fiero,
le quitó con el oficio
las uñas, y al ejercicio
le hizo volver de arriero.
Pues hombre que oficio empuñas,
sabe templado ejercello,
pues a tantos, por no hacello,
has visto quitar las uñas.
(La crueldad por el honor, acto 2. , escena V.)
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