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Carta 79
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Biografía y Obra | |
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Música: Albeniz - España Op. 165, no. 2 "Tango" |
Carta 79 De Enrique Varela a Alberto Ponce |
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La fatalidad hizo que cuando llegó el Sr. Asparón yo estuviera ausente. He podido, reuniendo el relato que me hizo Celia con el de la servidumbre, reconstruir la escena. El Sr. Asparón entró en el escritorio e hizo llamar a Celia. Ramiro dormía. Parece que tuvieron una discusión violenta. El Sr. Asparón estaba decidido a llevársela por grado o por fuerza, y como ella se resistía, una vez agotados todos los argumentos, la agarró de un brazo exasperado, alzó la mano para golpearla. Fue entonces cuando apareció Ramiro, envuelto en una "robe de chambre", empuñando un revólver. Había despertado por las voces que daban al reñir Celia y el marido, y con el oído sutil de los enfermos pulmonares pudo darse cuenta de lo que se trataba. Entonces, sacando fuerzas de no sé dónde, venciendo su enorme debilidad, había acudido a defenderla. Cuando apareció en el escritorio, Celia corrió a refugiarse junto a él, al tiempo que lo sostenía en sus brazos. Hubo un violentísimo cambio de palabras y, como el señor Asparón intentó arrancársela a viva fuerza. Ramiro montó el arma y apuntándole le hizo retroceder. Asparón debió leer en los ojos de Ramiro su sentencia de muerte, pues no insistió. Retiróse, no sin antes amenazarlos con la fuerza pública. Cuando yo llegué, encontré a Ramiro gravísimo. La enorme excitación que le produjo el incidente le ha hecho perder la mejoría experimentada por la venida de Celia. Me he entrevistado con el Sr. Asparón y lo he convencido de que, por su propio nombre, no debe provocar un escándalo. Hoy regresa a Buenos Aires, e inmediatamente iniciará el juicio de divorcio. Como no es posible abandonar a Celia en estas circunstancias, me dirijo a usted, después de consultar con ella, para que se entreviste con nuestro amigo el Dr. Peyret y le encomiende su defensa. Usted lo pondrá en antecedentes de todo, pues siendo el confidente de Ramiro, pocas cosas ha de ignorar de este doloroso asunto. Peyret es amigo de Celia y de Ramiro, por lo que se hará cargo de su defensa con todo cariño. Y ahora, amigo mío, perdóneme mí desesperación porque el estado de mi hijo me impide ser más explícito. El pobre Ramiro, presa de una altísima fiebre, delira continuamente. Celia no lo abandona un instante. No deje de escribirme detallándome su entrevista con el abogado, y dígale que también él me escriba. Un buen apretón de manos. Enrique Varela. |
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