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Carta 8
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Biografía y Obra | |
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Música: Albeniz - España Op. 165, no. 2 "Tango" |
Carta 8 De Ramiro Varela a Alberto Ponce |
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Querido Alberto: Pues bien, sí, has adivinado, y ya que nada escapa a tu sagacidad, no te lo negaré más. Estoy aquí con la señora de Lear. No debes tomar a mal que te lo haya ocultado, pero, pese a nuestra amistad, hay cosas que no me sentía autorizado para decirte, toda vez que mi confidencia comprometía a una mujer. Pero ya que lo sabes, y que te burlas de mí, voy a defenderme. Es cierto que me vine con ella, pero no secuestrado, como tú dices, sino por mi propia voluntad. ¿Crees, acaso que no tiene suficientes atractivos como para justificar mi calaverada? ¡Qué mal la conoces, entonces! Antonieta es una mujer adorable, a la cual le faltará, si tú quieres, el encanto de los veinte años, de los rubores fáciles, de las timideces e ingenuidades de niña, pero, en cambio, ¡qué manera de amar la suya, qué vehemencias, qué ternuras pone en sus caricias, qué tacto exquisito el de su trato, qué locura la que contagian sus besos, qué sabia es toda ella para hacerse adorar! A su lado, gustando la dulzura de fruta madura, que aun no ha echado a perder su sazón, no se extraña el sabor de la fruta pintona, y hasta llega ésta, cuando la añoramos, a parecemos agria y poco apetecible. Por otra parte, Antonieta tiene para mí otro incentivo: Me trata un poco maternalmente y para gozarse con lo que ella llama mis niñerías, y que yo, lejos de reprimir, acentúo. Así, pues, le robo un beso cuando puedo, hago algunos razonamientos infantiles, extremo mi juventud, me he quitado dos años, diciéndole que sólo tengo veintitrés — es cierto que ella se quita siete, y me confiesa treinta y ocho, cuando sé por mi padre que tiene cerca de cuarenta y cinco, — pues sé, que así como para mí constituye una novedad llena de encantos ser tratado un poco en niño, ella goza también en los que cree para mí nuevos, en despertarme sensaciones que me supone desconocidas. Y yo la dejo hacer. Total, la verdad no es una cosa tan respetable como para sacrificarle esos pequeños gustos. Esos y otros más. He notado que tiene la coquetería de no querer que la vea sin haber hecho su tocado, y por eso yo finjo dormir cuando por lamañana se levanta, se peina, se arregla la cara, se da masajes, y luego vuelve al lecho, después de ese "calafateo", y finge dormir. Yo simulo entonces que despierto y la beso. . . y entreabre lánguidamente sus hermosos ojos y me pasa sus brazos, de carnes duras, alrededor del cuello, y me besa con su boca de labios rojos y de aliento perfumado. Ambos vivimos una ficción y ambos somos felices. ¿Qué me importa que sus colores sean naturales o no, si la embellecen, si me tornan agradable su vista? Te aseguro que le agradezco el que no se abandone, el que siga cuidándose y manteniendo la ilusión de una juventud, que, no por saberla artificial, se me antoja menos bella. Ya sabes que no tienes motivos para burlarte. Hay muchos que quisieran estar en mi lugar, y muchos otros que me envidian. Y es que Antonieta . . . pero no, es imposible que trate de convencerte. De ella puede decirse lo que se lee en los anuncios d ciertos vinos: "Probarla es adoptarla". . . Tuyo. Ramiro.
P. S. — Acabo de saber que tu primita Beatriz Carranza, que se halla ahora en Alta Gracia, es la miga íntima de Celia Gamboa. Alberto. . . tú que eres buen amigo mío, ¿verdad que me ayudarás? ¿En qué? Es cierto. . . pero vas a burlarte. Está visto que el destino no quiere que tenga secretos contigo. Alberto. . . estoy enamorado, como un tonto, como un chico, de Celia. No. no te rías. Todo lo que te he dicho de Antonieta es cierto. Pero nada tiene que ver con lo que siento por Celia. Es otra cosa. Tú lo comprenderás, y si no lo comprendes, peor para ti. Te prometo una carta más extensa, en que te lo explicare todo. Por ahora confórmate con lo que te digo, y si llegas a escribirle a tu primita, no te vaya ocurrir hablarle de mis líos. Dile que sea buena, y que me dé una manita. |
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