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Almafuerte, Pedro B. Palacios en AlbaLearning

Almafuerte (Pedro B. Palacios)

"Evangélicas"

1

Biografía de Almafuerte, Pedro B. Palacios en AlbaLearning

 
 
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Evangélicas
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1. — Subir, ascender, prosperar en el mejor sentido de las palabras, no es encaramarse en los sitios más visibles, como los gatos en las chimeneas, y los cuadrumanos del jardín zoológico, en los tinglados de sus jaulas.

2. — Subir es evolucionar; evolucionar es mejorarse; mejorarse es desbestializarse, desbestializarse es adquirir la prerrogativa de ser creído y de ser seguido: asumir el derecho del mando, que es el más alto de los derechos, porque es el que impone más deberes.

3. — Como crece un cedro desde su raíz hasta su copa, así debe crecer tu vida; y como se desarrolla una parra hasta cubrirse de racimos, así debe desenvolverse tu persona física y moral; porque nada que no se resuelva en un plato de todos, vale nada.

4. — Que sirvas de algo, que produzcas algo, que dejes el recuerdo de algo: los árboles que no dan fruto, o que no dan madera, o que no dan leña, son inferiores a las patatas.

5. — Vestir mejores ropas que las demás, no es tener mejor carnadura que aquellos que las visten remendados, como el que sube a una torre está más alto que los otros, pero no es más alto, por eso, que ninguno de los otros: trata de merecerlo todo, hasta ei aire que respiras.

6. — Procura no distinguirte de tus semejantes nada más que por lo accidental y contingente: que antes de recibir ei aplauso ajeno, ya te hayas aplaudido tú mismo y que al despojarte de tus vestimentas, de tu fortuna, de tu alto puesto y aún de tu fama, no se vaya ninguno de tus atributos esenciales dentro de esas cosas, como se va la piel en un parche cáustico, o como se queda sin dientes, al acostarse aquel que los lleva postizos.

7. — Camina con tu persona no con la que te atribuyen: no hagas como esas mujeres que se quedan muy sastifechas con los apetitos que despiertan sus pechos de algodón.

8. — Que tu vida sea una vida, y no un fenómeno cerebral; o de los que te odian o de los que te aman.

9. — Cualquier escarabajo puede yacer, por combinación, en el augusto regazo de Jove, aunque sólo sea por el término de diez segundos; cuando tú palpes las alturas, todavía doblegándote, como un muchacho que junta frutillas, recién serás grande.

10 — Solamente los muy simples y los muy pillastres juzgan a las personas según los casos, o por el peldaño que elias pisan o por la situación de espíritu que ellas atraviesan: nunca seas ni tonto ni pillo, pero si no has nacido capaz del término medio, ojalá que prefieras el primer extremo... ¡y seas tonto!

11. — Hay muchos optimistas que creen como en un artículo de fe, que en todas las sillas de marfil se sienta, o un Alfonso El Sabio o un Cicerón; y muchos positivistas que saben, que en cualquier elevación de la orografía social, hay alguno que puede dar, si quiere dar.

12. — Y, también hay muchos inocentes que piensan que todos los dolores son motivados por alguna injusticia, y muchos espíritus que razonan así: la muerte de un marido, de un padre, de un hermano mayor, puede proporcionar una cocinera barata.

13. — Los hombres están colocados en la sociedad cerno ladrillos en la pared, al azar y según fueron viniendo: no pienses que sean héroes, porque lleven charreteras, ni que sean mártires, porque lloren a lágrima viva.

14. — Todos ocupamos un sitio, por una ley intransgredible, más bien física que moral; pero, muy pocos, el sitio que nos corresponde: ten el valor de descender al postrero, ese es el que te mereces en tu propia conciencia.

15. — Tan melancólico y pensaroso se manifiesta un criminal después de cometido su crimen, como un sabio experimentador después de fracasado su experimento: las lágrimas y las carcajadas no tienen letreros como algunas pildoras.

16. — El espectáculo de las alegrías y de las tristezas ajenas es deprimente del espíritu: sensualiza, enloquece, amujerenga, mata el sentido de lo que realmente es y desafila la intuición de lo que debe ser: es como la música, que emociona las almas y las atonta.

17. — A los hombres se les conoce por lo que desean, no por lo que les acontece.

18. — Cuántos imbéciles, cuántos vesánicos andan por las supercapas sociales, gozosos y satisfechos, y cuántos tan imbéciles y tan vesánicos como ellos, andan llorosos y hambrientos por los bajos fondos de aquella sociedad misma... ¡Miremos y pasemos, como diría el Dante!

19. — Cualquiera notoriedad social debe parecerte respetable, por lo que ella tiene de cumbre; y cualquier rostro contraído por la angustia, debe inspirarte profunda simpatía, por lo que él tiene de Cristo en la cruz.

20. — Pero es necesario que lo sepas una vez por todas y para siempre: por cada nido de águilas, hallarás en la montaña mil cuevas de sabandijas; y casi todos los que lloran merecerían ser ahogados en su propio iianto.

21. — Sin embargo, y a pesar de estas amargas filosofías: respeta a cualquier hombre, sin aguardar a que se lo merezca consuela a todos los que gimen, sin necesidad de que te presenten la documentación de su honradez: y no castigues a nadie; porque no es el hombre sino la Providencia, quien merece el apóstrofe, la cárcel y el patíbulo.

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