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Capítulo 16
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Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning | |
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78 |
Una mentira |
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Anochecía. Fernando, después de un largo paseo a pie, de regreso en el Hotel, se disponía a tomar un baño, cuando le anunciaron a la marquesa. Iba a responder «que no estaba en su habitación», cuando tras el criado se le coló la visitante, dándole apenas tiempo para ceñirse el batín. -¡Pero, Fernando, qué atrocidad, qué horror! ¿Es posible que un hombre inteligente y bueno como usted, que un hombre de mundo, además; que un hombre «bien», en fin, se conduzca de esa manera?... Me va usted a obligar a mostrarle unas cartas que no enseño ni a mi sombra; mas la felicidad de Blanca es lo primero... ¡Vaya leyendo, vaya leyendo, señor mío! Yo glosaré, comentaré y explicaré la historia. Al fin y al cabo ya todo pasó y usted es un caballero, que sabrá enmudecer. Fernando, al oír lo de caballero, hizo un ademán... caballeresco. -Marquesa, se lo suplico, no me lea esas cartas... Me basta con su palabra. -No, no le basta, qué le va a bastar... Ya puesto a dudar un hombre, nada le basta. En cuanto yo me vaya volverá usted a las andadas; se romperá la imaginación cavilando y ni mi pobre Blanca podrá convencerle. Óigame con calma; no hay más remedio. Imagine que soy una literata cursi que quiere a toda costa leerle una novela. Porque esta es una novela, va usted a oír... una novela, después de cuya lectura, con todas sus fechas, sus puntos y sus comas, se convencerá, hasta la evidencia, de que yo he sido la única heroína y de que todo el pecado de Blanca se redujo a no dejarme sola en el instante más desagradable de mi vida y en no referir a usted una verdad que no estaba autorizada para revelar. -Le repito, mi querida marquesa, que no necesito leer esas cartas. La presencia de usted aquí, su afirmación, me convencen... -¿Hay algo que convenza a un celoso? Y añadió con una encantadora volubilidad: -¿Recuerda usted aquel admirable soneto de Sor Juana Inés de la Cruz? Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, Y amor que mis intentos ayudaba, ¡Baste ya de rigores, mi bien, baste! con sombras necias, con indicios vanos Y eso necesitaría usted nada menos, ver el corazón de Blanca deshecho entre sus manos, para creerla... Nada, nada; esto tiene que quedar arreglado como se debe, a las derechas... Si no, apañados estábamos... Conque a leer, amigo mío, que se nos viene la noche encima y yo tengo que volver a Zarauz siquiera a dormir, porque a comer usted me invitará, ¿verdad? -Naturalmente, no faltaba más... Y la marquesa pasó el pequeño haz de cartas a Fernando, que empezó a leer en voz baja, interrumpido a cada paso por ella con observaciones y comentarios. * * * Yo bien quisiera, lector amigo, que conocieses la historia de amor de la marquesa. Tal vez tu moralidad, por estricta que fuese, la absolvería. ¡Hay cada marido en este mundo! Imagínate una pobre muchacha, casada por exigencias de la fatalidad, con un título que tenía más vicios que apellidos y más lacras que antepasados; que ni siquiera sabía escribir con ortografía; que se pasaba las noches con las cupletistas, etcétera, etcétera. Imagínate, además, que esta muchacha era (ya se ha dicho) tan poco seria como una mariposa, e imagínate, por último, pues que estamos en pleno imaginar, al novio de la adolescencia, inteligente, bello, noble, que vuelve... ...Como en el cine, ¿verdad? ¡Qué había de suceder! Nadie, por ningún motivo, tiene derecho a engañar... y la marquesa se defendió denodadamente, desesperadamente, de su amor. Pero no era más que una pobre mujer, aturdida, ligera, sin un alma amiga que la aconsejase, y estaba muy lejos del tipo trazado por fray Luis de León. ...Sobre todo, al llegar a este punto de mi verídica historia, ya todo ha terminado, ya ella se arrepintió e hizo propósito firme de nunca más volver a las andadas; ya la absolvió el confesor. No seamos más severos que éste. Dejémosla llevar la vida ejemplar que lleva: ¡a ver si hay otra en la Corte que se preocupe más de las buenas obras! Dejémosla cumplir dos penitencias: la que le impuso el sacerdote, que fue ligera, y la que su destino le impone, que es vivir con el marqués, cada día más vicioso, más enfermo y con más cupletistas... |
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