Yo ya me despedía.... y palpitante
 cerca mi labio de tus labios rojos,
 «Hasta mañana», susurraste;
 yo te miré a los ojos un instante
 y tú cerraste sin pensar los ojos
 y te di el primer beso: alcé la frente
 iluminado por mi dicha cierta.
Salí a la calle alborozadamente
 mientras tu te asomabas a la puerta
 mirándome encendida y sonriente.
 Volví la cara en dulce arrobamiento,
 y sin dejarte de mirar siquiera,
 salté a un tranvía en raudo movimiento;
 y me quedé mirándote un momento
 y sonriendo con el alma entera,
 y aún más te sonreí... Y en el tranvía
 a un ansioso, sarcástico y curioso,
 que nos miró a los dos con ironía,
 le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»