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"Mosquito, Purgatorio y Compañía" |
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Biografía de Pedro Muóz Seca en Wikipedia | |
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Música: Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña |
Mosquito, Purgatorio y Compañía |
Trabajaba un domingo en su fragua Joselito Purgatorio, el gitano más sandunguero de toda la gitanería andaluza, cuando se detuvo ante la única puerta de su cuchitril otro gitano, compadre suyo, a quien malas lenguas llamaban el Mosquito, porque era más borracho que toda una plaga de estos filarmónicos insectos. —¡Compare, güenos días! —¡Güenos días, comparito! ¿Ande se va por ahí? —Pos acá vengo a sacarlo asté de sus casiyas. —No lo intente usté siquiera, compare; lo que toca hoy no me saca usté de aquí ni con los mansos. M’ha caío esta chapusilla y... —Pero compare de mi arma, ¿se vasté a queá sin i a los toros del Puerto? —¿Hay toros en el Puerto?—preguntó Purgatorio tirando el martillo de que se servía y abriendo de par en par su bocaza de rape. —Es usté el único jerezano que lo ¡moraba, compare. —¡Por vía e los mengues! ¡Mardita sea mi sino perro!... ¿Cogerme a mí pegaíto a la paré y sin un mal napoleón? ¿Qué ha jecho usté, compare? —No s’apure usté, que usté va a los toros del Puerto esta tarde, como yo me yamo Juan Montoya. —¡Compare! —Y vasté conmigo. —¿Ha heredao usté, compare? —No, señó; pero tengo yo una fantesía mu grande, y he discurrió un negosio que vasté a quearse bisco en cuantito que yo suerte prenda. —Hable usté, por su salú, que de curiosiá me están bailando tos mis interiores. —Vamos a ve, compare, ¿qué dinero tiene usté? —Dos pesetas. —Yo, dos pesetas y una perrita gorda. ¿Tiene usté un barrí de media arroba? —Sí, señó. —¿Y un vaso? —También. —¡Ea, pos chóquela usté! Y estrechando efusivamente la tiznada mano que Purgatorio le tendía, añadió con cierto énfasis: —Desde este momento queda fundá la sociedá Mosquito, Purgatorio y Compañía. —¿Con cuatro pesetas y una perra gorda, compare? ¿Qué negosio vamos a emprendé? ¿Arguna fábrica de purmonías? —Abróchese usté, compare, que vasté a oí sonío de oro. Ahora mismito nos vamos los dos a casa de Paquito er de Curra; compramos por cuatro pesetas media arroba e vino, tomamos la carretera, nos plantamos en el Puerto e Santa María, y como ayí los días e toros acúe esa muchedumbre e gente, y se yenan las tabernas, y hay quien quié bebé y no encuentra aonde, principiamos nosotros a vendé cañas e vino a perrita gorda y convertimos las cuatro pesetas en cuatro duros. —¡Compare! —Tota, que toros pagaos, comida pagá, y pué que jasta nos sobre pa gorvé en el ferrocarri, si es que asté no le marea er traqueteo. —Déjeme usté que lo bese, comparito de mi arma, que tiene usté más talento que un procuraó. ¡Josú! —¿Le gusta asté la sociedá? Y que er titulito se las trae: Mosquito, Purgatorio y Compañía, ¿eh? —¿Quién es la compañía, compare? —Er barrí; ¿le parece a usté poco? —Tiene usté rasón. Ea, pos tome usté mis dos pesetas y er vaso; cargue usté con la compañía y aspéreme usté en casa de Paquito er de Curra mientras que yo sierro el establesimiento y me pongo las botitas nuevas. —Güeno, ayí lo espero asté. —lAh! Una arvertensia, compare, porque como da la causalidá que a usté le gusta muchísimo er vino, y a mí también me gusta una mijita, es nesesario que hagamos un trato. —Venga d’ahi. —Er negosio es er negosio; de manera que quié desi, que nosotros, en lo tocante ar vino que se compre, ni olerlo. —M’ha leío usté er pensamiento, compare. Vaso que sarga der barrí, perra que ha de entrá en er borsiyo. ¿No es esto lo que usté ha querío desirme? —Eso mismito. —Pos trato hecho: estos son mis sinco. —Y estos son los míos. Y tras un nuevo apretón de manos, Juanito Montoya, el fundador de la sociedad regular colectiva Mosquito, Purgatorio y Compañía, echó a andar calle abajo, haciendo saltar alegremente dentro del vaso las cuatro relucientes plumas que constituían el capital social. Una hora más tarde, bajo un sol que achicharraba, caminaban los dos socios por la carretera del Puerto, sudando a chorros y transportando cada uno un ratito el pesadísimo barril. —¡Lo que pesa er vino, compare! ¡Unas ganitas me están dando de aligerarle a usté la carga!... —Pos no piense usté en eso—repuso Purgatorio cambiando al barril de colocación—. Er trato es trato, y de aquí no sale una gota sin que venga er dinero por delante. —¡Ea! Pos haga usté er favo de pararse una mijita y despácheme usté un vasito e vino, que pa eso tengo yo con qué pagarlo. Y diciendo esto, alargó a Purgatorio los diez céntimos. —¿Pué hacerse eso, compare? —Señó, mientras que usté cobre lo que yo beba, y cobre yo lo que beba usté, no creo que haiga perjuicio pa naide. —Tiene usté más rasón que un santo, compare; tome usté y que de salusita le sirva. Y Purgatorio, después de guardar la moneda que le alargó el Mosquito, sirvió a éste un vaso, lleno hasta los bordes, de aquel endemoniado p¡rriaque. —Ea, vamos p’alante—dijo el Mosquito chasqueando la lengua contra el paladar. —Poquito a poco, compare, que ahora va usté a despacharme a mí, porque también tengo monises para enjugarme la boca. Y ceremoniosamente depositó sobre la abierta mano del Mosquito la misma moneda que éste le había entregado minutos antes. —Estasté en su derecho, compare; eso es lo tratao; er dinero por delante. Y Purgatorio bebió con avidez y casi con los ojos en blanco, de gusto. —¿En marcha, compare?—añadió relamiéndose. —No señó; cojo no voy yo ni a la gloria. Venga otro vasito. Y de nuevo pasó la moneda de la faltriquera del Mosquito a la de Purgatorio. —Lo mismo digo, compare. Y volvió a circular la moneda como antes. Y toma y daca, y despácheme usté, y vuélvame usté a despachar, se bebieron los dos compadres la media arroba de vino, pescando, como es lógico, la consiguiente pítima. —iCompare, compare!...—dijo Purgatorio tambaleándose y escurriendo el barril—. ¿Sabe usté una cosa? Pos que esta sociedá liquida; y no es eso lo peó, sino que yo he vendió muchos vasos e vino, y no tengo en er borsillo ni un metá. ¿Tiene usté er dinero e la venta? —Yo lo que tengo son unas fatiguitas mu grandes, compare. —Pos er negosio es er negosio, y yo no paro hasta que no jaga usté arqueo. Y el Mosquito, que estaba apoyado contra un árbol, con el cuerpo encorvado y padeciendo terribles arcadas, le contestó con voz doliente: —Comparito e mis ojos, ¿más arqueo que er que estoy hasiendo? "Cuentos y cosas" 1919 |
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