Soledad - García Lorca

Soledad pensativa 
sobre piedra y rosal, muerte y desvelo 
donde libre y cautiva,
fija en su blanco vuelo, 
canta la luz herida por el hielo.

Soledad con el estilo
de silencio sin fin y arquitectura,
donde la planta en vilo 
del ave en la espesura 
no consigue clavar tu carne oscura.

En ti dejo olvidada 
la frenética lluvia de mis venas,
mi cintura cuajada:
y rompiendo cadenas, 
rosa débil seré por las arenas.

Rosa de mi desnudo 
sobre paños de cal y sordo fuego,
cuando roto ya el nudo,
limpio de luna, y ciego, 
cruce tus finas ondas de sosiego.

En la curva del río 
el doble cisne su blancura canta.
Húmeda voz sin frío
fluye de su garganta,
y por los juncos rueda y se levanta.

Con su rosa de harina 
niño desnudo mide la ribera,
mientras el bosque afina 
su música primera 
en rumor de cristales y madera.

Coros de siemprevivas 
giran locos pidiendo eternidades.
Sus señas expresivas 
hieren las dos mitades 
del mapa que rezuma soledades.

El arpa y su lamento 
prendido en nervios de metal dorado, 
tanto dulce instrumento 
resonante o delgado, 
buscan ¡oh soledad! tu reino helado.

Mientras tú, inaccesible
para la verde lepra del sonido,
no hay altura posible
ni labio conocido
por donde llegue a ti nuestro gemido.

(Poemas sueltos)

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Soledad

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Soledad pensativa 
sobre piedra y rosal, muerte y desvelo 
donde libre y cautiva,
fija en su blanco vuelo, 
canta la luz herida por el hielo.

Soledad con el estilo
de silencio sin fin y arquitectura,
donde la planta en vilo 
del ave en la espesura 
no consigue clavar tu carne oscura.

En ti dejo olvidada 
la frenética lluvia de mis venas,
mi cintura cuajada:
y rompiendo cadenas, 
rosa débil seré por las arenas.

Rosa de mi desnudo 
sobre paños de cal y sordo fuego,
cuando roto ya el nudo,
limpio de luna, y ciego, 
cruce tus finas ondas de sosiego.

En la curva del río 
el doble cisne su blancura canta.
Húmeda voz sin frío
fluye de su garganta,
y por los juncos rueda y se levanta.

Con su rosa de harina 
niño desnudo mide la ribera,
mientras el bosque afina 
su música primera 
en rumor de cristales y madera.

Coros de siemprevivas 
giran locos pidiendo eternidades.
Sus señas expresivas 
hieren las dos mitades 
del mapa que rezuma soledades.

El arpa y su lamento 
prendido en nervios de metal dorado, 
tanto dulce instrumento 
resonante o delgado, 
buscan ¡oh soledad! tu reino helado.

Mientras tú, inaccesible
para la verde lepra del sonido,
no hay altura posible
ni labio conocido
por donde llegue a ti nuestro gemido.

(Poemas sueltos)

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