A la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su padre
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando :
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto es ído
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo a de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir :
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir ;
allí los ríos caudales
allí los otros medianos
y más chicos :
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
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