Llamaba un Desgraciado cada día
En su ayuda la Muerte;
"¡Cuán bella eres, señora, le decía,
Ven pronto a terminar mi triste suerte!"
Pensó ella que acudiendo le servía,
Llama a la puerta, y entra, y se aproxima,
Y grita contemplándola el pobrete:
"
¿Qué es eso tan horrible que da grima?
¡No te acerques, oh monstruo! ¡véte, véte!"
Mecenas, que fue un hombre distinguido,
Dijo en alguna parte: "Yo consiento
En ser manco, impotente y aun tullido,
Con tal que viva, y estaré contento".
No vengas nunca, ¡oh Muerte! con espanto
Yo te digo otro tanto.
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