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Libro Tercero:
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Capítulo IV | ||
Debemos vivir delante de Dios con verdad y humildad.
1. Hijo, camina en mi presencia en verdad, y búscame siempre con sencillez de corazón. El que anda en mi presencia en verdad, será defendido de los malos encuentros, y la verdad le librará de los seductores y de las detracciones de los malvados. Si la verdad te librare, serás verdaderamente libre y no cuidarás de las palabras vanas de los hombres. 2. Verdad es, Señor, lo que dices, y así te suplico que lo hagas conmigo. Enséñeme tu verdad; ella me guarde y me conserve hasta alcanzar mi salvación. Ella me libre de toda mala afición y amor desordenado, y andaré contigo en gran libertad de corazón. 3. Yo te ensenaré, dice la Verdad, lo que es recto y agradable delante de Mí. Considera tus pecados con gran tristeza y pesar, y nunca juzgues ser algo por tus buenas obras. En verdad eres pecador, sujeto y esclavo de muchas pasiones. Por ti solo siempre vas a la nada; pronto caes, pronto eres vencido, presto te turbas, y presto desfalleces. Nada tienes de que puedas alabarte; pero mucho de que humillarte, porque eres más flaco de lo que puedes pensar. 4. Por eso no te parezca gran cosa ninguna de cuantas haces. Nada tengas por grande, nada por preciso y admirable, nada por digno de reputación, nada por eminente, nada por verdaderamente digno de ser alabado y codiciado, si no lo eterno. Agrádete sobre todas las cosas la verdad eterna, y desagrádete siempre tu grandísima vileza. Nada temas, ni desprecies, ni huyas tanto como tus vicios y pecados, los cuales te deben desagradar más que los daños de todas las cosas. Algunos no andan con sinceridad en mi presencia; sino que, guiados de cierta curiosidad y arrogancia, quieren saber mis secretos y entender las cosas altas de Dios, no cuidando de sí mismos ni de su salvación. Estos muchas veces caen en grandes tentaciones y pecados, por su soberbia y curiosidad, porque Yo les soy contrario. 5. Teme los juicios de Dios; atemorícete la ira del Omnipotente; no quieras escudriñar las obras del Altísimo; sino examina tus maldades, en cuántas cosas pecaste, y cuantas buenas obras dejaste de hacer por negligencia. Algunos tienen su devoción solamente en los libros, otros en las imágenes, y otros en señales y figuras exteriores. Algunos me traen en la boca, pero poco en el corazón. Hay otros que, alumbrados en el entendimiento y purgados en el afecto, suspiran siempre por las cosas eternas, oyen con disgusto las terrenas, y sirven con dolor a las necesidades de la naturaleza; y estos sienten lo que les habla el Espíritu de verdad. Porque les enseña a despreciar lo terreno y amar lo celestial; a despreciar el mundo, y desear el cielo de día y de noche. |
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