Por lo general, pocas veces aprueban los autores las obras de los otros por buenas que sean; pero lo hacen los inteligentes que no escriben
Mirándose al soslayo
las alas y la cola un guacamayo
presumido, exclamó: «¡Por vida mía,
que aun el topo, con todo que es un ciego,
negar que soy hermoso no podría!»
Oyólo el topo y dijo: «No lo niego;
pero otros guacamayos por ventura
no te concederán esa hermosura».
El favorable juicio
se ha de esperar más bien de un hombre lego,
que de un hombre capaz, si es del oficio. |