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Biografía de Andrés González-Blanco en Wikipedia | |
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El más feliz |
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V En Sancho-Tello todo el mundo desconfió de la ciencia del nuevo catedrático. — Tiene razón D. Cleto, apoyó el de Agricultura... Ese nene imberbe no sabe una palabra de nada. El otro día, le pregunté lo que era una mancera... y se aturulló... — Pero, hombre, ¿qué quieren ustedes? Si es un chiquillo, decía el de Historia Universal... Por no tener... ni tiene calva. La calvicie y la ciencia eran para el de Historia Universal dos hermanas gemelas cuando menos y desconfiaba de los genios a quienes la próvida Natura alimentaba aún la cabellera... — El postín que viene dándose de sabio ese muchachuelo es para deslumbrarnos. Que exhiba la patente... ¡Claro! Es tan fácil decir que sabe mucha Semántica, ciencia de la cual nosotros estamos a obscuras... Por lo mismo que no la sabemos, no podemos juzgarle en el severo Tribunal de la ciencia... Así gritó con voz campanuda el catedrático de Química, un señor obeso y fosco, que había copiado directamente del francés un libro abominable, que imponía de texto a sus alumnos, como es costumbre (muy razonable por ende) de los catedráticos españoles... ¡Cómo había de andar fuerte en Semántica ni en rama alguna de la Filología el buen D. Blas, que traducía blanc sale directamente del francés y decía en su Química que el cloruro de sodio era blanco salado!... Por lo demás, este desdichado se consolaba de su falta de originalidad pensando, como buen químico moderno, que en el mundo nada se engendra a sí propio, que no hay autobiogénesis, que omne vivum ex ovo y omnis cellula e cellula... A oídos de Macario llegaban todos estos dicharachos y murmuraciones que le amargaban la vida, de suyo harto monótona y pesada, en aquella capital de tercer orden. "¡Y para esto estudié yo tantos años incansablemente tantas cosas que me han dejado amargura del corazón y debilitamiento del organismo!... ¡Harto más valido, hubiérame sido conquistar modistas fáciles!", se decía para sus adentros... El Decano de la Facultad de Letras, que era un vejete menudo y calvo, siempre embutido en un palelot inverosímil, solía aconsejarle, en los paseos vespertinos por las murallas, que no se molestase en pronunciar a los muchachos bellos discursos... — Nada de discursos, le decía. Para la parte gramatical, el procedimiento del catedrático anterior, los cuadros sinópticos, que dan resultados excelentes; y que traduzcan mucho a Isócrates; déjese usted de poetas y de fiorituras... Se fatiga a los muchachos y no lo entienden... Cuando volvía a la fementida fonda, Macario recapitulaba que el decano tenía razón. "Sí... vaya si él conoce el alma de estos mozalbetes, que tienen más ganas de acabar la clase que de otra cosa, para ir a la reja y decir a la novia las divinas tonterías que se los ocurren y que, en el fondo, son las mismas frases de los versos de Anacreonle, con distinta música y sin retórica... Y seguramente ellas las entienden mejor así y las aprecian más que si se las dijeran en harmoniosos hexámetros"... Y preparaba los cuadros sinópticos para el día siguiente..." Cuadros siópticos, sí, y mucho Isócrales, que era una especie de diputado de la mayoría en los tiempos helénicos, una mentalidad media, muy accesible a la clase de inteligencias que aquí acuden a saciar su sed de sabiduría, pagadera a varios años vista... Que el dulce Anaereonte y el divino Teócrito se hundan en el sombrío Leteo. Nada de arte ni de pensamientos nobles; lo mejor era seguir el impulso gregario y ser un borrego más. Y puesto que esta gente no admite más virtudes que las tradicionales, expliquemos por cuadros sinópticos, como se explicaba hace veinte años"... Tan monótona y triste como la vida de estudiante, era esta otra vida y lo más horrendo de ella, la hora de clase, bostezante, tediosa, embrutecedora, sin objeto, poblada de un rum-rum inarmónico de palabras incoloras e insípidas. Y el invocado Paredes abría una boca de a cuarta, se ponía en pie y empezaba a leer las frases griegas a trompicones. Fuera sonaban griterías de conversaciones cortadas o escobazos de los bedeles barriendo los pasillos... Como la clase era por la tarde, a veces interrumpía la traducción el claro tañer de las campanas del convento de Clarisas, que estaba enfrente del aula y de griego. Se veía un jardín cuidado por manos olorosas de monjas; y, en horas de asueto las novicias correteaban por los senderos floridos, cogiendo jazmines y nardos para ofrecerlos ante el altar de la Purísima... |
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