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"Luces de prisma" |
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Biografía de Arturo Giménez Pastor en Wikipedia | |
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Música: Chopin - Op.34 no.2, Waltz in A minor |
Luces de prisma |
Va a extinguirse la noche triste del Viernes Santo, aquella que recuerda a Dante y su extraño viaje en las sombras. El sol de hoy debe alzarse abierto y esplendoroso como sol de apoteosis, expandiendo en los cielos su amplia onda de luz dorada, para que el día se entreabra en una de aquellas auroras de oro pálido que ven los chicos al marchar de madrugada a la sacristía, a caza de la sotana menos corta, meditando el golpe de mano que ha de darles la campanilla más gorda para el concierto loco que va a saludar el momento de la resurrección. Porque hoy resucita Jesús, el Dios de ojos celestes y sonrisa dulce, que nació en un pesebre y murió en un cadalso, y los cielos sonríen, luminosos y azules, al saber la buena nueva. En la iglesia ya han bendecido el agua y el fuego y el grueso cirio pascual, y los últimos ecos de las letanías se esconden desvanecidos en los rincones del coro. Van a cantar Gloria. Reina el inquieto silencio de espectativa entre la multitud que hormiguea en la penumbra de la nave, mirando impaciente el velo negro que cubre el altar, tras el cual empezó ya a notarse callada agitación, mientras las luces de los cirios se encienden una a una, elevándose, veladas por lo negro, en ascensión lenta hacia el ábside. En las galerías los chicos sostienen nerviosos las cuerdas de las cortinillas, prontos a inundar de luz la iglesia cuando suene la solemne hora. He ahí que llega apagado y lejano el repiqueteo de las otras iglesias que ya han cantado Gloria, provocando en la muchedumbre un estremecimiento de emoción gozosa. ¡Gloria in excelsis Deo! Sonó la gran salutación cantada con voz temblorosa por el sacerdote desde el misterio del velo, que se abre de pronto, descubriendo el altar envuelto en azuladas nubes de incienso, mientras el campanilleo grita agudo como locura de timbres, y allá, en el fondo, asciende la escala de los cirios con arranque de himno de luz. Rompe la banda en el coro, atronando el templo con los acordes entusiastas de una vibrante marcha triunfal de bronces; la luz inunda lujosa las naves, evocando un júbilo de colores en la multitud estremecida y fervorosa, temblando irisada en los caireles y fulgurando rayos en el oro de los altares; los sacerdotes y monaguillos se agitan presurosos en el altar mayor, entre el incienso que se eleva solemne como fervor de plegaria, y desde la torre desciende gozoso el repiqueteo agitado de las campanas cantando alegría. *** ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! Ha terminado la misa grande. Las últimas voces graves del órgano se apagan en la nave, y la muchedumbre se derrama en la calle consagrando el triunfo del magnífico sol otoñal, mientras arriba aletea la gritería jubilosa de las campanas cantando alegría. ¡Gloria in excelsis Deo! Montevideo, 1897 Publicado en "Almanaque sud-americano" 1898 |
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