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Capítulo 9
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Biografía de Benito Pérez Galdós en Wikipedia | |
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La mula y el buey |
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- IX - Mas de repente sintieron un rumor que no provenía de ellos. Todos miraron al techo y, como no veían nada, se contemplaban los unos a los otros, riendo. Oíase gran murmullo de alas rozando contra la pared y chocando en el techo. Si estuvieran ciegos, habrían creído que todas las palomas de todos los palomares del universo se habían metido en la sala. Pero no veían nada, absolutamente nada. Notaron, sí, de súbito, una cosa inexplicable y fenomenal. Todas las figurillas del nacimiento se movieron, todas variaron de sitio sin ruido. El coche del tranvía subió a lo alto de los montes y los reyes se metieron de patas en el arroyo. Los pavos se colaron sin permiso dentro del portal, y san José salió todo turbado, cual si quisiera saber el origen de tan rara confusión. Después, muchas figuras quedaron tendidas en el suelo. Si al principio las traslaciones se hicieron sin desorden, después se armó una barahúnda tal que parecían andar por allí cien mil manos afanosas de revolverlo todo. Era un cataclismo universal en miniatura. El monte se venía abajo, faltándole sus cimientos seculares; el riachuelo variaba de curso y, echando fuera del cauce sus espejillos, inundaba espantosamente la llanura; las casas hundían el tejado en la arena; el portal se estremecía cual si fuera combatido de horribles vientos, y como se apagaron muchas luces, resultó nublado el sol y oscurecidas las luminarias del día y de la noche. Entre el estupor que tal fenómeno producía, algunos pequeñuelos reían locamente y otros lloraban. Una vieja supersticiosa les dijo: -¿No sabéis quién hace este trastorno? Hácenlo los niños muertos que están en el cielo, y a los cuales permite Padre Dios, esta noche, que vengan a jugar con los nacimientos. Todo aquello tuvo fin y se sintió otra vez el batir de alas alejándose. Acudieron muchos de los presentes a examinar los estragos y un señor dijo: -Es que se ha hundido la mesa y todas las figuras se han revuelto. Empezaron a recoger las figuras y ponerlas en orden. Después del minucioso recuento y de reconocer una por una todas las piezas, se echó de menos algo. Buscaron y rebuscaron; pero sin resultado. Faltaban la mula y el buey. |
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