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"Pepita la perezosa" |
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Biografía de Carlos Frontaura en Wikipedia | |
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Música: Tchaikovsky - Album for the Young Op.39 - 8: Waltz |
Pepita la perezosa |
Yo quisiera, al trazar estas líneas, poder hacer un gran elogio de mi querida Pepita, niña de diez años, hija de estimados amigos míos, y a la cual aprecio muy de veras; pero como estos articulitos los escribo para que sirvan de enseñanza y ejemplo a los niños y a las niñas que me dispensan el honor de leerlos, me veo precisado a descubrir el defecto que tiene Pepita, confiando en que acaso ella misma, corrigiéndose de ese defecto, me agradecerá más adelante que no haya tenido con ella ninguna consideración. Más que defecto, hablando en puridad, es una mala costumbre la que tiene Pepita, y realmente no es suya toda la culpa; la mayor suma de responsabilidad alcanza a sus padres, que fácilmente podrían haber evitado que en ella se arraigase la mala costumbre objeto de mi justa censura. Pepita es una niña muy simpática, amable, candorosa, de buenos sentimientos y bella sobre toda ponderación, y todas estas buenas cualidades hacen más sensible que se haya dejado, incauta, dominar por una costumbre que es sobremanera perjudicial. Pepita, para decirlo de una vez, es perezosa. ¡Una niña de diez años perezosa! Apenas se comprende. Muchas veces voy a su casa a las diez y las once de la mañana y lo primero, ya se sabe, es preguntar por Pepita. -Está en la cama, ahora se va a levantar, me contestan; y crean Vds. que me dan ganas de entrar en su cuarto y rociarle aquella carita de ángel con un buen jarro de agua fresca. Parece mentira que cuando hace ya mucho tiempo que el sol alumbra su habitación, cuando todo está en activo movimiento, cuando tantas niñas pobres llevarán cinco o seis horas de trabajo, Pepita esté aún dormitando, y Dios sabe hasta cuándo seguiría entregada a la pereza, si no la llamase repetidas veces su madre. Levántase Pepita con los ojos hinchados, de mal humor, torpe, en fin, con todas las señales de la pereza; y mientras se lava, almuerza y se viste, ya son las tantas y allá duermen en el cesto de labor los pañuelos que le tiene ofrecidos a su papá, y que nunca los acaba de bordar. Cuando va el profesor de piano todavía no ha abierto ella el cuaderno de solfeo, con lo cual aprende la música muy despacio y muy mal. Pepita debería ir al colegio; pero ¿quién la levanta a la hora conveniente?... Sus padres lo intentaron y desistieron, dando prueba notoria de debilidad, porque la señorita lloraba mucho y se desazonaba extraordinariamente, y temieron que enfermase. Ésta es culpable tolerancia, que hace más daño que beneficio a Pepita. Por pereza no ha aprendido Pepita a leer hasta los siete años bien cumplidos, y por pereza, apenas sabe escribir y escribe tantos disparates como letras. Y tiene amigas que escriben una primorosa y gallarda letra, que saben de memoria bonitos libros, que hacen prodigios en toda clase de labores. Pero ella todo lo hace tarde y torpemente, con lo cual no es muy lucido, que digamos, su papel al lado de las niñas activas y trabajadoras. Omito, por no mortificarla, otros detalles que acreditan su proverbial pereza; para que se comprenda cuán poderosa es en ella esa funesta influencia, baste decir que a las muñecas las tiene desnuditas, con muchos vestidos empezados y ninguno concluido; de manera que cuando hay recepción de muñecas en casa de alguna amiguita suya, cada niña se esmera en llevar las suyas vestidas con aquella decencia y elegancia que tan bien sienta, hasta en las muñecas. Pepita no puede presentar las que tiene, porque no ha de ir a llevarlas en cueros vivos o con unos vestidos medio hilvanados, de mal corte y peor hechura. Parece una nimiedad, pero ¡qué funestas consecuencias puede tener para Pepita esa pereza que tanto la afea! El tiempo se pasa rapidísimamente, y Pepita por su pereza deja de adquirir muchísimos conocimientos que le son muy necesarios y que echará mucho de menos andando el tiempo. Mira Pepita con cierta prevención todo lo que es trabajo, por fácil y aun por agradable que sea; no advierte que estos hábitos de no hacer nada pueden un día ocasionarle grandes amarguras y muchas penalidades, que evitaría seguramente si estuviese acostumbrada a la actividad, a la laboriosidad, que tan bien sienta, aun en las más elevadas y nobles señoras. Pepita debe reflexionar que llegará día en que ella tenga que reemplazar a su madre en el cuidado y gobierno de la casa; entonces no sabrá hacer ni disponer nada, y si no hay quien le vaya a la mano, donde deban reinar el orden y la economía, no habrá más que desorden y despilfarro. También debe pensar que un día tendrá casa suya, será esposa, será madre y ¡ay de ella entonces, si todavía no ha tenido fuerza bastante de voluntad para sustraerse al fatal influjo de esa perversa costumbre de no hacer nada! Su marido no hallará agradable la vida al lado de mujer tan indolente, y sus hijos estarán poco menos que abandonados, y para mayor desgracia, heredarán el defecto de su madre. Y me espanta pensar qué triste vida será la de Pepita si un golpe de fortuna la deja pobre y reducida a lo más preciso. Entonces sí que ha de maldecir su ignorancia y la maldita pereza. Es, pues, indispensable de todo punto, que Pepita se corrija ella sola de esa mala costumbre, para lo cual en la florida edad en que se halla no se necesita más que una buena voluntad, y estoy seguro de que cuando se acostumbre a levantarse temprano, a hacer las cosas sin dejarlas para mañana, a trabajar, a aprender cada día algo nuevo, verá muy pronto las grandes ventajas que esta actividad le ofrece, le parecerá amable el trabajo, fácil lo que juzgaba dificilísimo, agradable lo que le enojaba, y hasta ha de tener mejor humor, pues no hay nada que produzca tan enojoso hastío como la pereza. Ya verán Vds. como dentro de poco tengo que escribir, en desagravio de Pepita la perezosa, un entusiasta artículo, haciendo el debido elogio de su laboriosidad, de sus progresos en la música, de su maestría en toda clase de labores y encareciendo lo mucho que ayuda a su madre en las faenas de la casa, haciendo ver claramente que ha de ser, en llegando la ocasión, un modelo de esposas y de madres inteligentes, celosa de su deber, encanto y alegría de su familia. |
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