Un viejo Zopilote, cierto día,
con un caballo muerto fiesta hacía.
Lo mira un Falderillo, y, atrevido,
así le dijo en tono presumido:
-¿ Eres tú el Zopilote?
¡Qué animal tan horrible! ¡qué feote!
¡qué prieto! ¡qué tiñoso!
¡qué zancón, y qué sucio y asqueroso!
Si de noche te viera,
por coco de los perros te tuviera.
¡Fucha! ¡Oh pajarote aborrecido
que come carne de animal podrido!
¿Díme, no te da pena
cuando miras, en mí, cosa tan buena?
¿No me ves tan bonito,
tan blanco, bañado y aseadito?
Tú eres tan repugnante y tan grosero,
que sólo de mirarte me exaspero.
El pobre Zopilote proseguía
comiéndose la carne que podía,
y pensando que a un necio
se debe contestar con el desprecio.
Mas el Perro insolente
lo siguió maltratando duramente,
diciéndole: -Ni un nombre
tienes, individual; y que te asombre
el que yo tengo, noble y exquisito:
Me llamo Marquesito.
Mi ama la señorita
en sus faldas me pide la pancita;
rne tusa, me enlistona, me adereza
y luce en todas partes mi belleza.
Como bizcocho, bebo chocolate,
y jamás he dormido en un petate.
Larga, en fin, la llevaba
el Perrillo mordaz que lo insultaba;
por tanto, el Zopilote,
enfadado, le dijo: -Retontote,
eres bonito, quedo satisfecho,
¿pero sirves acaso de provecho?
-Sí, señor, dijo el Perro, sirvo tanto
que a los gatos espanto
en muchas ocasiones
para que no se coman los ratones.
Me siento, sé bailar, hago el soldado
y estoy de centinela bien plantado;
ladro, hago fiestas, brinco a troche y moche,
asomo la cabeza por el coche,
pido con las manitas
golosinas a todas las visitas,
si veo que algo llevan a la boca,
y mi actitud a risa las provoca;
y si quieren jugarme algún engaño,
les ladro y aun la ropa les araño.
Si algún extraño pasa
por donde estoy, aturdiré la casa;
y si el tal se descuida,
de seguro le planto una mordida.
en fin, sé hacer el muerto,
sé también ... - Basta ya, mas ten por cierto,
dijo con tono airado
el Zopilote al Perro deslenguado,
que por hazañas tales
mereces veinte palos muy cabales;
pues entre tus oficios,
los que no son perjuicios,
son unas boberías
y hasta majaderías.
Escúchame ahora, loco,
y verás que no sirvo yo de poco.
Es cierto que soy feo,
y siempre que bebo agua, bien lo veo.
Sabia Naturaleza
me negó el frágil don de la belleza,
pero en cambio, preciosas facultades
me dió para librar, a las ciudades,
de carnes corrompidas. A ello aplico
con gran solicitud mi fuerte pico;
y ésta sí es una cosa
incomparablemente provechosa
al pueblo, a la ciudad y aun al Estado,
por lo cual soy de todos apreciado.
Yo epidemias evito, y a los hombres
libro de pestilencias; no te asombres
de que, al hallar en mí tal conveniencia,
favorezcan v cuiden mi existencia.
Y aunque desagradable
sea mi aspecto, soy muy apreciable
a individuos sensatos,
a despecho de perros y de gatos.
Si no estás convencido,
replícame, faldero presumido,
y díme si otro tanto
harás con tus primores y tu encanto.
Frases tan convincentes
al Perrillo aniquilan; y entre dientes,
exclama: - No es cordura
juzgar a nadie mal por su figura:
la tuya, que ha inspirado mi desprecio,
un gran mérito encierra: soy un necio. |