¡Oye, Herrador! ¿Se ha visto un Zapatero
más necio, desatento y altanero?
¡Me dirás señor don, para otro día!
Nada te cuesta usar de cortesía.
¿No echa de ver el mísero malcriado
que mi oficio es honrado,
mientras -juzgado de diversos modos-
el suyo es despreciable para todos?
-Señor don Herrador, en mi conciencia,
yo no encuentro ninguna diferencia,
a no ser en los nombres,
entre ser zapatero de los hombres
o calzador de bestias. - ¡Mentecato!
¡Silencio, o la nariz te desbarato!
Aunque pronuncies frases elocuentes
y aduzcas argumentos diferentes;
aunque ninguno niegue el beneficio
que obtienen los humanos con tu oficio;
será siempre antipático y grosero
el oficio que ejerce el zapatero.
Esta aserción injusta
al sentido común choca y disgusta;
pero han sido impotentes las razones
para vencer las mil preocupaciones
que los hombres abrazan tenazmente.
Cállate y sé prudente.
-Tal vez tengas razón: ya no replico,
respondió el Zapatero, y calló el pico. |