¿Será cierto? ¿la Polilla
tiene también vanidad?
Pues tal cosa es la verdad:
dígalo la fabulilla.
Una hormiga, o sea el gusano
que la madera taladra,
en lo interior de una puerta
vida tranquila gozaba.
Allí ninguno la aflige,
ningún insecto la daña,
y aunque no tiene opulencia,
no sabe lo que son ansias.
No disfruta las delicias
que a los ricos empalagan;
pero tampoco padece
las penas que los asaltan.
Sin embargo, como a veces
lo que tenemos nos cansa,
se cansó doña Polilla
de su fortuna mediana.
¿Qué me falta, se decía,
para disfrutar más alta
fortuna que la que tengo?
¡Ah! seguramente nada.
Son ilustres mis principios,
pues que soy de noble casa,
(decía bien, era de un duque
aquella que apolillaba).
En cuanto a mi habilidad,
a mis primores y gracias,
no es capaz ningún insecto
de disputarme la palma.
¡Qué digo insecto! los hombres
que de su saber se jactan,
no es posible que una puerta
ahuequen con tanta gracia,
ni taladren con más tino,
ni destruyan con tal maña
como yo, que en dos por tres
hago la madera rajas.
Si se trata de virtudes,
mi retiro, mi templanza.
mis prendas todas, son tales
que en ellas nadie lue iguala.
Mas basta, que es un defecto
grave la propia alabanza.
Mis méritos son notorios:
los ven todos: eso basta.
¿Por qué, pues, no he de tener
muy fundadas esperanzas
de que Júpiter escuche
benévolo mis plegarias?
Así, pues, Jove clemente,
calma, benigno, mis ansias;
cambia mi suerte, y permite
que de esta madera salga.
Yo no te pido imposibles,
ni cosas desatinadas:
mi súplica se reduce
a que me des unas alas:
ese es un don concedido
a moscas y cucarachas;
y para que yo lo alcance,
dime, padre, ¿qué me falta?
El caballito del diablo
es tal vez una endiablada
sabandija, y sin embargo
vuela como una calandria.
¿Por qué yo no hago lo mismo?
¡oh padre de mis entrañas!
Fingióse Júpiter sordo
a una petición tan vana;
pero la necia polilla
a cada instante porfiaba.
Si hubiera sido posible,
hasta novenas rezara,
y hubiera peregrinado
e hiciera votos y mandas.
Enfadóse el gran Tonante
y le dijo: Anoramala,
vil insecto; qué ¿no sabes
que me pides tu desgracia?
¿No sabes que por efecto
de mi bondad extremada
preveo tu mal, y niego
lo que me pides con ansia?
Nada bastó, la Polilla,
machaca que más machaca,
pide, con tesón, que al punto
se le concedan las alas.
Hizo tanto y rogó tanto,
que al fin Júpiter se cansa,
y le da lo que le pide,
sólo para ca.stigarla.
Luego que nuestro insectillo
se sin tió provisto de alas,
muy ufano se dispuso
a volar fuera de casa.
Mas apenas se retira
de su nido cuat ro varas,
cuando dos o tres muchachos
a sombrerazos la atrapan.
Ella salvarse pretende;
mas no puede: está sin alas;
cae al suelo, allí la cogen
los muchachos, y la matan.
¡Oh cuántas veces los hombres
porfian, sudan, se afanan
para salir de su esfera,
y así buscan su desgracia! |