A Froilán Turcios
¿Buena viejecita, buena viejecita, siempre triste y llorosa siempre, dime, dónde murió tu hijo?
–Mi pobre hijo murió en las horribles prisiones de Siberia. El Czar, el infame Czar de Rusia, lo sepultó, cargado de cadenas, bajo montañas de hielo para pagar en aquel ardiente corazón de patriota su odio al tirano de nuestra desventurada Polonia.
–¡Qué muerte tan dulce tuvo tu hijo, buena viejecita! Pereció en las horribles prisiones de Siberia, sepultado su ardiente corazón de patriota bajo montañas de hielo, pero odiando hasta el último latido al infame Czar de Rusia, su opresor. Infeliz ¡ay! infeliz de mí, que muero, como tu hijo, entre cadenas, pero amando hasta el último latido a la tirana que amontona sobre mi ardiente corazón todo el hielo de su ingratitud y su desdén. |