¡Señor! Llévate todos los dones que me diste:
mi juventud enferma, mi sonora alegría,
las alas de mis sueños, mi Primavera triste
y, si también lo quieres, mi cáliz de Poesía.
Marchita mis rosales, mancha mi blanca veste,
manda los buitres negros de la desolación
a que se nutran, ávidos, en la carne celeste
del ruiseñor que canta dentro de mi corazón.
Haz duro el pan que coma, más negra la negrura
de mi incierto destino; dame el vasto dolor
que soporta la Tierra. Toda la desventura
recibiré serena si me dejas mi amor. |