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Daniel Defoe

"La aparición de Mrs Veal"

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La aparición de Mrs Veal

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Este asunto es tan extraño en todas sus circunstancias y lo sé de fuentes tan autorizadas, que jamás lectura o conversación me proporciono sensaciones semejantes.

Mrs. Bargrave, que es a quien se apareció Mrs. Veal despues de muerta, es íntima amiga mia, y durante los quince o dieciséis últimos años ha mostrado una conducta intachable y normalísima; sin embargo, desde que hizo este relato, ha sido muy criticada por los amigos del hermano de Mrs. Veal, quienes creen que esta aparición es pura invención suya, intentando por todos los medios desacreditarla y ridiculizar su narración.

Conviene saber que Mrs. Veal era una solterona de unos treinta anos de edad, que durante algun tiempo padeció ataques. La mantenía su único hermano, y tenia casa puesta en Dover. Era íntima amiga de Mrs. Bargrave desde su niñez. Los recursos de Mrs. Veal eran por entonces bastante medianos; su padre tenía a sus hijos casi abandonados y estaban éstos expuestos a toda clase de penalidades. El de Mrs. Bargrave vivía todavía y, pese a ser un hombre muy violento a ella no le faltaban alimentos ni ropa, mientras que Mrs. Veal carecía de ambas cosas. Por ello una de las obligaciones que se imponía Mrs. Bargrave era proporcionar a su amiga toda la amistad y el consuelo posibles, lo que hizo que Mrs. Veal le tomase gran afecto, y acostumbraba decirle:

—No solo sois la mejor, sino la única amiga que tengo en el mundo, y ninguna circunstancia de la vida podrá romper mi amistad.

Solían condolerse de sus respectivas desgracias, y juntas leían Drelincourt upon Death y otros buenos libros. Algún tiempo después, unos amigos de Mrs. Veal le consiguieron a ésta un empleo en la aduana de Dover, que trajo en consecuencia que Mrs. Veal fuese enfriando poco a poco su relación con Mrs. Bargrave, si bien nunca llegaron a tener nada parecido a una ruptura; pero la indiferencia aumentó gradualmente hasta que, por último, Mrs. Bargrave, que vivía en Canterbury, llegó a estar durante dos años y medio sin noticias de su amiga.

El ocho de septiembre último (año 1705), Mrs. Bargrave estaba sentada sola, cosiendo y pensando en su infortunada vida cuando oyó un golpe en la puerta. Fue a ver quien era y se encontró con su antigua amiga, Mrs. Veal, que venía vestida de viaje. En ese momento el reloj dio las doce de la mañana.

— Estoy sorprendida de veros — dijo Mrs. Bargrave —. Hace mucho tiempo que no queríais nada conmigo.

Añadió que estaba muy contenta de volver a verla y se acercó para darle un beso. Mrs. Veal se inclinó hasta que sus labios casi se juntaron, pero, entonces, poniéndose una mano en la frente, murmuró:

— No me encuentro muy bien — y asi eludió el beso. Después, dijo a Mrs. Bargrave que se disponía a emprender un viaje y que había querido verla antes de partir.

— Pero, — dijo Mrs. Bargrave — ¿cómo hacéis el viaje sola? Me sorprende mucho, teniendo, como tenéis, un hermano tan amable.

— iOh! Rehuí su compañía y vine acá porque tenía grandes deseos de veros antes de emprender el viaje.

Mrs. Bargrave la condujo a una estancia contigua, y Mrs. Veal se sentó en un sillón.

— Mi querida amiga — dijo Mrs. Veal — , he venido a renovar nuestra vieja amistad y os pido perdón por haberla interrumpido.

— Oh no digáis eso. La cosa ha carecido de importancia. Puedo perdonaros con suma facilidad.

— ¿Qué pensabais de mí? — dijo Mrs. Veal.

Contestó Mrs. Bargrave:

— Pensaba que erais como el resto del mundo y que, en la prosperidad, me habíais olvidado.

Mrs. Veal, entonces, recordó lo bondadosa que Mrs. Bargrave había sido con ella en años anteriores, y también cuando juntas leían Drelincourt upon Death.

— Mrs. Bargrave —dijo— , ¿creéis que cstoy peor de mis ataques?

— No —dijo Mrs. Bargrave— . Parecéis estar como siempre.

Esta conversatión duró como una hora o más y, al final, Mrs. Veal preguntó a su amiga si quería escribirle una carta, una carta para su hermano. Quería decide que sus sortijas debían ser repartidas, y que diese dos doblones de oro, de una bolsa que había en su cuarto, a su primo Watson.

Mientras hablaba apresuradamente, se pasaba la mano con frecuencia por la frente, y Mrs. Bargrave supuso que, sin duda, se avecinaba uno de sus ataques. Por esta razón se sentó frente a ella en una silla, para impedir que cayera al suelo si le daba. Y, para distraer la atención de su amiga, se entretuvo en alabar la hechura de su traje, tomando en sus manos una de las mangas del vestido. Mrs. Veal dijo que estaba hecho de una seda especialmente trabajada; pero luego hizo constar que Mrs. Bargrave no le había contestado a su petitión de que escribiese a su hermano.

— Pero —dijo ésta— seguramente sería mejor que lo hicieseis vos misma.

— No; aunque ahora os parezca una impertinencia, ya veréis más adelante como tengo mis razones.

Después, Mrs. Veal le preguntó por su hija. Mrs. Bargrave contestó que no estaba en casa.

— Pero si queréis verla, mandaré por ella.

— Muy bien —dijo Mrs. Veal.

Salió Mrs. Bargrave y fue a casa de una vecina para mandarle recado; al cabo de un rato volvió y se encontró con que Mrs. Veal estaba ya en la puerta de la calle, dispuesta a marcharse en cuanto volviese ella. Mrs. Bargrave le preguntó por que tenía tanta prisa, y Mrs. Veal dijo que tenía que marcharse en aquel momento, aunque quizá no pudiera emprender el viaje hasta el lunes siguiente; a lo que Mrs. Bargrave respondió que esperaba poder verla otra vez en casa de su primo Watson antes de que se marchara a donde quiera que fuese. Mrs. Veal dijo que en vista de eso no se despediría ahora de ella, y se separó de Mrs. Bargrave, quien la siguió con la vista hasta que desapareció por un recodo de la calle, siendo entonces las dos menos cuarto de la tarde del ocho de septiembre.

Mrs. Veal había muerto el siete de septiembre, a mediodía, de resultas de un ataque. Es decir, el día antes de su visita a Mrs. Bargrave. Al día siguiente de su aparición, que había tenido lugar el sábado, Mrs. Bargrave estuvo indispuesta, con un ligero catarro y dolor de garganta; pero el lunes por la mañana envió una persona a casa del capitán Watson para saber si Mrs. Veal estaba allí. En casa del capitán se extrañaron de la pregunta y le mandaron contestatión de que allí no estaba. Al recibirla, Mrs. Bargrave, pese a estar enferma, se arregló, se puso el sombrero y fuese en persona a casa del capitán Watson para ver si su amiga estaba o no estaba allá. En casa del capitán Watson le dijeron que les había extrañado su pregunta, pues estaban seguros de que, si Mrs. Veal hubiese estado en la ciudad, no habría dejado de ir allí. Mrs. Bargrave indicó:

— El sábado estuvoi conmigo casi dos horas.

Le respondieron que aquello era imposible y, mientras lo discutían, llegó el capitán Watson en persona con la triste noticia de que Mrs. Veal había muerto y estaban imprimiendo ya sus esquelas.

Extrañamente sorprendida, Mrs. Bargrave acudió a las personas encargadas de hacerlo y comprobó que era verdad. Al volver, contó toda la historia a la familia Watson.

— Llevaba pue§to un vestido de rayas y me dijo que era de una seda especial.

— iLa habéis visto, indudablemente! —exclamó la esposa del capitán Watson—, pues nadie más que Mrs. Veal y yo sabíamos esos detalles del vestido y de la seda. Lo habéis descrito perfectamente; puedo decirlo, ya que yo la ayudé a confeccionarlo.

Mrs. Watson proclamó el hecho por toda la ciudad, afirmando que a Mrs. Bargrave se le había aparecido realmente el espectro de Mrs. Veal.

Debía haber dicho antes que Mrs. Veal había comunicado a su amiga que su hermano y su cuñada acababan de llegar de Londres para visitarla.

— ¿Y cómo habéis venido aquí, dejándolos abandonados allí? —había preguntado Mrs. Bargrave.

—No podía dejar de hacerlo —contestó Mrs. Veal enigmáticamente.

Y efectivamente, su hermano y su hermana habían ido a verla, pero cuando llegaron a la ciudad de Dover, Mrs. Veal había expirado ya.

Durante todo el tiempo que estuve con Mrs. Bargrave mientras me contaba la extraña historia —varias horas—, no cesó de recordar detalles de su reciente conversación con Mrs. Veal. Y otra cosa importante más le había dicho ésta: que el viejo señor Bretton le había concedido una pensión de diez libras al año, lo cual no sabía Mrs. Bargrave antes de que ella se lo contara.

Mrs. Bargrave nunca introduce la menor variación en el relato de su aventura, lo cual confunde a quienes dudan de su veracidad o no se sienten inclinados a creerla. Sin embargo, el hermano de Mrs. Veal hace lo posible por ocultar la historia, y algunos de sus amigos corren la voz de que es una embustera, y que ya conocía lo de las diez libras anuales que le concedió el señor Bretton. Pero precisamente el que propaga estas noticias es quien tiene fama, entre gentes de reputación intachable, de ser un redomado embustero.

No conozco los motivos por los que el hermano de Mrs. Veal cree que este relato es una pura invención — como ya he dicho, se esfuerza en ocultarlo a los demás — , ya que el único fin de la aparición consistió en pedir perdón a Mrs. Bargrave por el enfriamiento de su amistad y alentarla con bondadosas palabras.

Pero para suponer que Mrs. Bargrave pudiera haber urdido una historia como ésta, sería preciso considerarla mas inteligente, maliciosa y mas miserable también de lo que podría conceder cualquier persona imparcial.

— Yo no daría un penique porque alguien creyese mi historia, y si no fuese porque accidentalmente ya ha salido a la luz, nunca le habría dado publicidad.

El asunto me ha afectado mucho, y estoy tan convencido de su veracidad como de las de los hechos más positivos. Y me parece estúpido que se niegue un hecho positivo solo porque haya ciertas cosas en el que no se puedan explicar racionalmente; la autoridad y sinceridad de Mrs. Bargrave no habrían sido puestas en duda en ningún otro caso.

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