Dijo un gallo a una liebre :
—Huye, cobarde.
—¿ Cobarde yo ? —la liebre respondía.
Pero atisbando a un galgo nada tarde
hasta más no poder cobarde huía.
—Espera —dijo el gallo— un Dios te guarde.
¿No llamas a eso huir, señora mía?
Y antes que el galgo le acercase el morro,
la liebre contestó:
—No huyo, que corro.